Cartas al director

España y la deuda pública

La deuda pública que tiene España –cosecha de las políticas indecentes de partidos que mancillan las instituciones públicas– no se resuelve con rescates bancarios, ni jeroglíficos numéricos, ni mayores impuestos, ni laberintos burocráticos. Pero tampoco se resuelve con prestidigitaciones para despilfarrar, malversar, o subvencionar a (…). Con decretazos y excesos impositivos (abusos de poder) no se resuelven los problemas económicos de España. 
Si se quiere erradicar la deuda pública de España, y mantener el estado de bienestar social, hay que hacer (mediante referéndum nacional) dos leyes ineludibles. Una que elimine la privatización de servicios públicos fundamentales y otra que reduzca a la mitad, como mínimo, el número de políticos (“depredadores” de impuestos) que confluyen en todos los organismos públicos. 
Los asesores políticos de los cargos públicos (impulsores activos de las tropelías legislativas de los gobiernos, que decretan tantos abusos, –maltrato a los ciudadanos–) tienen que ser apartados de las instituciones públicas. Si los cargos públicos y sus asesores, los sindicatos y sus dirigentes (amén de muchas batutas que gestionan asuntos públicos) viven de los PGE: más justo será que los pensionistas perciban sus pensiones del mismo presupuesto. Nadie puede poner en duda que los jubilados, antes que pensionistas, fueron trabajadores que con mucho esfuerzo y sufrimiento pagaron, y pagan, muchos impuestos (directos e indirectos) para sostener a los rapiñadores que hicieron, y están haciendo, tanto daño a la sociedad. Los políticos son muy astutos; evocan el futuro con argucias dialécticas, para evadir su obligación de resolver los problemas sociales del presente, y sortear todas sus corruptelas e ilegalidades. 
En todo caso, el futuro que nos describen los políticos, hipotecado impunemente con anuencia de los parlamentos, no es más que una falacia baldía de su demagogia. Algún día, más pronto que tarde, se tendrá que abrir un debate político-social, sobre el número de diputados, senadores, asesores políticos, concejales, y otros muchos (…); porque ahí es donde hay que aplicar muchas tijeras, para que la vida de los trabajadores se pueda sosegar un poco. Con la utilización de tantos mecanismos informáticos, no puede ser que haya tanta gente, en España, viviendo con tanto descaro político, a costa de la precariedad laboral y salarial que están soportando los obreros y los pensionistas. 
La corrupción (vicio político) es una conducta inmoral del ser humano. Y, para más indecencia; la honestidad, la equidad, la racionalidad, la verdad o la justicia, son las virtudes humanas más acosadas y pisoteadas por individuos de la misma especie. ¡Indignante y detestable!