Cartas al director

Todos hemos ganado

Con la reciente dimisión de Gallardón todos hemos ganado. Algunas opiniones sostienen que fueron las mujeres las que ganaron, no es exacto. Se había desarrollado una gran movilización social y no sólo de las mujeres en contra de la ley que se proponía aprobar en las Cortes y que dio como resultado una dimisión y una posible “reorientación” de la política en este campo.
Hemos ganado porque con esta dimisión se ha fortalecido el sistema democrático y se ha clarificado las diversas posiciones ideológicas hasta ahora mezcladas y con perfiles difuminados. Las mezclas en política, aunque sean coyunturales, no suelen dar buen resultado. Muestra la debilidad ideológica y el oportunismo.  Orillan así la necesaria transparencia imprescindible en una política con futuro.
Argüir el consenso para adoptar determinadas medidas es una buena estrategia para lograr estabilidad,  progreso y paz. Una sociedad tan diversa requiere debates y pactos sin los cuales estaríamos avocados a formas larvadas de desobediencia civil.
El argumento principal de aquellos que promueven la desobediencia civil se basa en que las leyes ha de ser jutas  y constitucionales para exigir su cumplimiento. Entre el ciudadano y el legislador debe existir una relación de reciprocidad si es cierto que el legislador tiene derecho a la obediencia, y que el ciudadano tiene derecho a ser gobernado sabiamente y según las leyes establecidas.
La desobediencia civil es sólo una de tantas situaciones en las que quien viola las leyes y hace propaganda de ello lo considera éticamente justo. Se trata de aquellas situaciones en las que la tradición predominante suele incluir en la categoría de derecho a la resistencia.
La paz social ha de ser una de las aspiraciones centrales de todo buen gobierno. Pasar toda una legislatura abriendo heridas sin justificación suficiente, indudablemente a ha concitar a gran parte de un sector de la sociedad contra otros y lo que en un momento fueron minoría se transformaran en  mayoría. Ampararse en la mayoría suficiente puede dar legitimidad jurídica, pero estar lejana de lo que la sociedad está dispuesta a aceptar. Una sociedad fracturada, puede retardar la respuesta pero al final suele hacerse escuchar.