Cartas al director

Libertad responsable en Venezuela

 Limitarse a la explicación del mundo social existente y plantearse la transformación de mundo mediante acciones diversificadas, bien calculadas y con gradualidad adecuada, para producir el menor malestar posible en los individuos, es algo que cuenta con muchos partidarios entre las gentes sensatas, entre esos que se llama el sentido común ilustrado. Para ello se recurre a la modestia metodológica y la docta ignorancia.
El número de personas sensatas aumenta de manera considerable cuando el lado negro o negativo de las revoluciones resulta ya tan evidente que sólo los ciegos pueden negarlo. Entonces el sentido común ilustrado se impone sobre cualquier otra consideración, echa a un lado toda duda y acaba adoptando esta filosofía: contra el orgullo y la soberbia de los revolucionarios del pasado y del presente, la necesidad de calcular todo los riesgos.
Venezuela significó para muchas personas un lugar para reorientar su vida y también para salir de pobreza. Y lo consiguieron. Ahora Venezuela, para no poca gente, significa un lugar de privaciones y sufrimientos que han de buscar medicinas elementales para curar enfermedades y falta de alimentos.
Se ha convertido la situación de Venezuela en un lugar de atracción de solidaridad  para así poder lograr cambios en las estrategias de sus gobernantes y modificar  las formas de hacer política. 
Con demasiada frecuencia, no pocos de los llamados “revolucionarios”, con sus políticas inhumanas, desacreditan las revoluciones posibles y entorpecen las políticas reformistas eficaces.
Se imponen todo tipo de políticas de “salvar los muebles” y consolidar los logros reales en la línea del desarrollo de los derechos humanos. La experiencia demuestra que cuando determinadas política generan una oposición importante se llega a una inestabilidad en la que se hace imposible todo tipo de convivencia.