Cartas al director

Listillos de mostrador

Astuto, pillo o zorro suelen ser también denominaciones de listillo, como también, entre otros,  lo son falsos, maliciosos o bellacos. Así que uno puede escoger lo que más le apetezca o se le acerque a aquel del que quiera referirse. 
A cuento viene esto de que el otro día, delante del mostrador, tocó Venezuela con aquel emigrante que recordaba cuando hacían el puerto de Maracaibo, en aquellos enormes camiones que en la hora que tenían los conductores para comer los dejaban encendidos. De los trabajos varios en que se ocupó y de los que sacó siempre tajada. De que cuando llegó definitivo se acuerda de que los bolívares se los pagaron a  35 pesetas. De la bondad de su clima y de sus gentes. De su relación con varios vecinos emigrantes de esta comarca. 
Del empleo de aquellos dineros en pisos y bienes, de los estudios a sus hijos y, sobre todo  para poder pasar una buena vejez con todos los suyos. Al final si no lloró, quizás fuese debido al vino que fue mezclando con la emoción. A unos les apuran las lágrimas a otros, en cambio, se las retrasan. 
Ya digo que en ello estábamos, mientras en la televisión nos llegaban las tristes y diarias noticias de allende. 
Pero con todo lo entretenido que disfrutábamos, con aquel pícaro, hábil o gorrión, tal como si fuese un ingenioso, mañoso o perito que era y que se pasó descaradamente su ronda, mi amigo el más viejo de la parroquia no tuvo más remedio que poner las cosas en su sitio diciéndole muy finamente que dos gorriones sobre la misma espiga nunca estarán mucho tiempo, así que esta ronda era suya. Luego ya solos y de camino, comentando su avaricia, mi amigo me dejó este dicho que me ha hecho pensar: quien con el diablo haya de comer, larga cuchar ha de necesitar.