Cartas al director

los casamientos

n  n  n Siendo un chaval, me ambienté en un popular bar de un pariente sin descendencia, que se mofaba de algunos casos que conocía, por infidelidades. Yo, entonces, inicié tratando a uno de los clientes llegando a ser buenos amigos, que era mal visto y tratado, llamándole el “arrimado”, que pese a los consejos y duras presiones católicas e incluso políticas, para que estuviera a la altura del ambiente de amigos casados y no lo señalaran, pero él no dio el bazo a torcer y menos con la iglesia, para seguir viviendo felizmente con su compañera. Entonces como ahora, había mucha hipocresía.  
Por si fuera poco, explotó la guerra y al menos en lo que se llamaba la zona Nacional, la iglesia se encargaba y mucho, de estas ceremonias, con la simpatía política, aun cuando algunos de estos apaños fuera por ética, para satisfacción de los papás y dejarse ver, aunque hubiera que empeñarse con créditos y con todo el cinismo que hiciera falta. Había que dar la impresión de felices cristianos con relucientes bodas y bautizos. Yo, modestamente, fui uno de ellos, aceptándolo por aquellas costumbres como normales, como contrato de sociedad, para en conjunto, arrimar el hombro y crear una familia, como hicieron con nosotros. Hoy, salvo excepciones, claro; pero yo al menos, me encuentro desfasado de la generación que me tocó vivir. ¿Qué nos espera para dentro de pocos años? solo Dios lo sabe. Nosotros ya no lo veremos. 
 A mis 97 años, y con pequeñas experiencias, me doy cuenta muchas veces como en tan poco tiempo se producen tantas alteraciones en la forma de vida que vamos conociendo, en nuestra corta existencia. La mujeres, por ejemplo, antes se retenían en casa, esperando la oportunidad de tener un asignado novio, marido. La que estaba dispuesta a criar un rebaño de hijos y comprometida fidelidad. Luego, estudiando -las que bien creo que van adelantándose al hombre en todo-, alternando y atendiendo libremente y eligiendo a sus admiradores, bien o mal, con riesgo de incompatibilidades, o infidelidades. Se considera cada uno muy libre de coger las de Villadiego, sin la necesidad de tener que soportarse. Esto ahora, ¿y mañana?, ¿quién lo sabe? Al extremo que tenemos niños esperando para ser registrados judicialmente, para evitar la intervención de la iglesia, de la que otro día nos ocuparemos. 
Esta claro, vamos de cabeza a lo practico -lo siento por los que vendían trajes de novias para casarlas- no se llevan, son anticuados. Las parejas, si toman entendimiento, se irán a vivir juntos, con lo tuyo es tuyo y lo mío, es mío. Cada uno se reserva su patrimonio, por hijos no tienen problema, con tal de cerrar la puerta. Pasado un tiempo, como no logren supeditarse mutuamente, se va con la maleta, a probar otra experiencia, no pasa nada. Lo que hace años se veía como un escándalo. Todo cambia. Es Ley de vida. Sin acritud.