Cartas al director

Vuestra gran culpa

 Y como la igualdad del ciudadano ante la ley es una quimera burlona, tal y como lo es todo el holograma constitucional, cúidese uno de opinar de más por las redes, o de cosechar cookies de “contenido subversivo”, o de reunirse en un parque a hablar de política sin instancia y pegatina oficial, no sea que le emplumen y pague un lustro la imprudencia.
Mientras tanto, siguen comiendo percebes los responsables de sentar a abuelos ahorradores ante una mesa maciza, para darles a firmar contratos perpetuos de “cliente preferente”, con una sonrisa y una brutal violación a la ética amordazada a golpe de comisión; los orquestadores del Fraude que incluso se encargaron, en aras de la desinformación venenosa, de enseñarle a la gente que los señores bien sabían lo que hacían, que querían ser los más listos, los más ricos, y que solo le daban al silbato bajo lluvia por una cuestión de turismo de pancarta, por puro ocio de jubileta perroflauta, nada que ver con un desesperado combate o un robo escandaloso, no se crea usted todo lo que oye; y suma y sigue en la mentira y el descrédito, para intentar convertir el estribillo en realidad, y omitir el gran monstruo del abuso bancario; el vender al vecino por un puñado de billetes, el llamar experto inversor al que por su terror de posguerra comía el pan justo en pos de juntar cuatro perras que pagarían luego los yates de algunos, que esgrimieron un obsesivo recitar de las falsas razones de culpa: “hay que leer los contratos, señores.”
Todo culpa del obrero: la crisis, la estafa bancaria, la especulación inmobiliaria, la corrupción política: cúlpate a ti o culpa al vecino, por cobrar una ayuda, por estar en el paro, por comprar pastas gallo y hacerse mechas y aspirar a una casa a su nombre, por retirar paracetamol por encima de sus posibilidades, y por no haber recibido, nunca, jamás, una mínima cultura financiera, un interés real en que el ciudadano entrase en un banco con la mirada alta y sin aceptar palabras por hechos, prisas como sello y un contrato inescrutable que aún sonroja al miserable y no al ladrón.
Y Botín se retira, llora el IBEX su falta, los valores del grupo caen en picado, desplomándose al nivel de los de los de su presidente y alquimista financiero.
Y otra vez a la rueda, a forrarnos de culpa y de miedo, la morfina que escupe un sistema con rancio hedor a sotana y rosario.