Cartas al director

sobre las críticas fanáticas al nacionalismo

“Independentismo talibanizado”, “...nazionalistas normalizadores habituados a atacar en manada”, “...jauría azuzada desde A Mesa”, “chatarra necionalista”, “...ProLingua es una organización que supura podredumbre guerracivilista”, “nazionalitarismo”... Este delicado florilegio, cortesía de la pluma de D. Juan José Rodríguez Calaza (“economista y matemático”, además de insultador ocasional en ‘Faro de Vigo’ y viejo compadre de Mario Conde), es solo una minúscula muestra de su sofisticada sutileza.
Hay pullas hermosamente veladas de ironía, hay diatribas elegantemente mordaces...; millas de lodo más abajo, entre los miasmas del mal gusto y el juego sucio, hallamos la chabacanería tabernaria del señor Calaza. La persecución, patológicamente monomaníaca, a que este avezado libelista somete a sus adversarios ideológicos, es tan furiosa y sañuda, que más que una discrepancia de ideas, parece que han abusado de una hermana suya (con todo el respeto lo digo). El mensaje, que es siempre el mismo (una rabiosa y babeante retahíla de insultos terribles contra el nacionalismo y los nacionalistas), pero aprovechando diferentes pretextos circunstanciales, aparece sistemáticamente patinado de una prosa pedante hasta la conmiseración. Porque el autor es orgulloso en cuanto a su categoría intelectual. Obviamente, si se molestara en (si se rebajara a) leer esta carta, lamentaría la cortedad de mi mollera, la decadencia de mi educación, el sectarismo acrítico en que me han confinado años de diabólico adoctrinamiento.
Tres consideraciones: primero, me decepciona que un periódico supuestamente serio publique sin más, y hasta le reserve un espacio privilegiado en su sección de opinión, textos que no pasan de ser curiosos ejemplares para una antología barata de la injuria; segundo, llama la atención, aunque no es infrecuente, que el autor no alcance a comprender hasta qué punto sus artículos/libelos suelen ser una lúcida descripción de su propia actitud hacia los otros: violentamente fanática y vibrante de odio; y tercero, seguramente lo más grave: es constatable que estas oscuras invectivas suelen servir de respaldo intelectual y acicate visceral al enconamiento irreconciliable de los dos extremos.