En recuerdo de José María García Picher

Cuando nos deja una persona como José María García Picher, que ha sido tan activa en la vida cultural y social, toda la ciudad, todos nos empobrecemos, y no solamente quienes tuvimos la suerte de ser sus amigos y de compartir en vida tantas actividades y proyectos.
José María fue uno de mis primeros amigos cuando, hace ya cuarenta años, llegué a Vigo para incorporarme como redactor a Radio Popular, sustituyendo al recordado Chuco Pérez Gil, que marchaba a Venezuela.
José María García Picher me introdujo en una serie de círculos sociales e intelectuales que me habrían de ser de gran utilidad personal y profesional, como el entonces naciente “Movimiento de maestros”, hasta desarrollar una buena amistad también con sus dos hermanos Joaquín y Andrés y sus familias.
José María era un hombre sencillo y culto, maestro sobre todo, con una pasión que compartíamos por el teatro y que desarrollaba, cuando lo conocí, en un grupo de grandes actores, vinculado a Radio Popular, donde yo trabajaba. Además, bordaba el papel de conde en las irrepetibles cenas medievales del parador de Baiona. Fue un buen concejal y pasó fugazmente por la política autonómica. Y volvió al teatro.
A lo largo de su fecunda vida tuve ocasión de colaborar con él en múltiples ocasiones, desde el homenaje a su hermano y ex alcalde Joaquín, tempranamente fallecido, a la recuperación de la vieja relación entre el Círculo Mercantil, cuando él lo presidía, y la Asociación de la Prensa, presidida por mí, dando lugar a ciclos de conferencias y actividades culturales varias de las que queda memoria en la ciudad, como la última conferencia del profesor y doctor José G. Posada Curros en el “Ciclo de la palabra”.
Entrañable y sencillo, a veces bromeaba con nuestro cierto parecido físico, sobre todo en envergadura y barba. Pasé horas memorables de conversación amena y divertida, como algunas anécdotas que contaba como nadie y su paso por la Armada, a bordo del “Arcila”, vieja reliquia del Arsenal de Ferrol, presumiendo de que era el barco que menos navegaba de la Marina española.
Conservo sus últimas tarjetas de disculpa por no poder asistir a los actos de la celebración del Centenario de la Asociación de la Prensa, ya que su últimamente quebrada salud no le permitía frecuentar como quisiera los eventos a los que siempre era convocado. Lo echábamos de menos en una matutina y sabatina tertulia donde por breve espacio compartimos el goce del diálogo inteligente. Pero poco a poco se fue apartando de todo y era raro ya encontrarlo en público, mas pese a su deteriorada salud, mostraba siempre la firme resolución de su afecto y su interés.
Lo recordaremos siempre. Fue un hombre bueno.

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