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Palomas mensajeras vuelan de Lloret de Mar a Vigo en un día

Eliseo Castro cuida sus palomas en un discreto palomar detrás de su vivienda, a escasos metros de Gran Vía.
photo_camera Eliseo Castro cuida sus palomas en un discreto palomar detrás de su vivienda, a escasos metros de Gran Vía.

El club de colombifilia vigués, pionero en Galicia y que llegó a ser un referente en las competiciones nacionales, cumple 65 años con catorce socios y en torno a 1.500 aves

 Cuidadores vigueses preparan a sus palomas para competir en pruebas de velocidad desde distintas distancias. La más exigente organizada desde la Federación Galega de Colombifilia salió este año desde Lloret de Mar, a 940 kilómetros. El objetivo es que lleguen a sus palomares como máximo en tres días, las mejores lo conseguirán en las primeras 24 horas. Solo un 20% lo logra. Aún sin confirmación oficial, parece que el ganador fue Odin, un macho de dos años, de la localidad de Cariño, que cubrió la distancia en 21 horas.
La suelta, realizada hace una semana, no se saldó con buenos resultados para la Sociedad de Palomas Mensajeras de Vigo: “En esta ocasión fue nefasta”, reconoce su presidente Eliseo Castro. Con 65 años de historia, el club de colombofilia vigués fue pionero en Galicia de está práctica deportiva y durante muchos años era el referente a nivel nacional. Actualmente tiene catorce socios y alrededor de 1.500 aves. “Para lograr un equipo competitivo requiere atención las 24 horas al día”, señala el presidente. Castro, miembro desde hace 34 años, se interesó por las palomas a través del criadero de su abuelo. Antes de casarse, la que ahora es su mujer le regaló la primera pareja, dos colipavos. Poco a poco se fue haciendo con una colonia de cien ejemplares, con parejas reproductoras y pichones. 
A través de la experiencia y los consejos de los compañeros conformó su sistema de entrenamiento. “Las palomas no regresan por el cariño al dueño, lo hacen por alimento y por un lugar seguro en el que estar”, puntualiza Castro. Cada día, las suelta entre una y dos veces para que vuelen media hora. Con una bandera sobre el tejado las mantiene alejadas hasta la hora de comer. 
La entrega y el sacrifico que supone mantener un palomar competitivo queda compensado para Eliseo cada vez que sus aves regresan: “Todo merece la pena por la satisfacción que da cuando vuelven a casa”. Aunque él nunca vendió pichones y rara vez los compró, considera que es esa sensación la que lleva algunos criadores a dar hasta un millón de euros por un buen ejemplar.n

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