35 AÑOS DE LA TRAGEDIA DEL ÓRBIGO

Miguel Domínguez: "Nunca he tenido pesadillas con el río"

Miguel Domínguez Nogueira, esta semana en Vigo. // Guillermo Ribas
photo_camera Miguel Domínguez Nogueira, esta semana en Vigo. // Guillermo Ribas

Tenía 12 años e iba en el autobús que cayó al Órbigo el 10 de abril de 1979. Fue uno de los nueve supervivientes. Hubo 48 muertos.

Miguel Domínguez Nogueira tiene ahora 47 años, es carnicero y está a punto de ser abuelo. Pero hace 35 años, con solo 12, estuvo a punto de perder la vida, como le ocurrió a la mayoría de sus compañeros y profesores del colegio Vista Alegre, fallecidos todos ellos en el terrible accidente del Órbigo, en Santa Cristina de la Polvorosa, cerca de Benavente.

Miguel se abraza a su padre tras el accidente con 12 años.

Miguel se abraza a su padre tras el accidente con 12 años.

Fue el 10 de abril de 1979 y la caída de un autobús a un río que normalmente es manso y apenas lleva agua, se convirtió en una tragedia de 48 muertos, la mayoría niños (44) de excursión en Semana Santa de tres cursos de un colegio que todavía hoy no se ha recuperado del todo de una experiencia atroz.
Sólo se salvaron nueve niños y un soldado que había subido al autocar apenas unos minutos antes, recogido por el chófer al saber que iba para Vigo, adonde se dirigían de vuelta. Acababan de comer en Benavente, eran las cuatro de la tarde y nada presagiaba lo que iba a pasar poco después al enfilar hacia Santa Cristina de la Polvorosa. Miguel recuerda perfectamente qué ocurrió. “El autobús no iba rápido, sino normal, cuando poco antes de entrar en el puente, que hay una curva cerrada, parece que golpeó con un quitamiedos, el conductor debió asustarse y pegó un volantazo. Y al río”. O con mayor precisión, a la oscuridad total. Porque a unos centímetros de la superficie todo era negro. Miguel tuvo tiempo de ver cómo se rompían los vidrios y salió despedido con un compañero a su lado, un niño como él, ambos braceando como podían hacia arriba. Su amigo no lo logró. Lo que vino después resulta bien conocido, con los padres recorriendo 300 kilómetros sin saber qué se iban a encontrar. La mayor tragedia de la historia reciente de Vigo, sin duda.
Han pasado 35 años desde aquello y Miguel Domínguez asegura que ha conseguido vivir sin la sombra del Órbigo, quizá porque era un niño. “Cuando salí del río me preocupaba no encontrar los regalos que traía para mis padres. Son cosas de tener 12 años”, explica.
El autocar fue localizado a  60 metros de donde cayó, los cuerpos tardaron en algunos casos días en hallarlos. Todo se conjuró para que la tragedia llegara a cifras impensables: 48 muertos, entre ellos 44 niños, además de tres profesores y el conductor. Sólo nueve supervivientes, de los que quedan siete vivos en la actualidad. “Mi padre fue uno de los primeros en llegar, porque estaba en Ourense. Fui a un funeral del Órbigo y no volví, era terrible”, cuenta. Pese a ello, asegura que el recuerdo está lejano. “Nunca he tenido pesadillas con el río, ni siquiera la primera, aunque no lo he olvidado ni podré”.
Preguntado si había vuelto a la orilla del río, recuerda que antes del accidente había estado en alguna ocasión en la ribera del Órbigo, “y lo había cruzado andando, porque casi nunca lleva agua, salvo entonces”. Más recientemente confiesa que se ha desviado para acercarse al lugar donde volvió a nacer, ahora mucho menos transitado tras la construcción de la autovía A-52. Incluso el crucero levantado en el pueblo en recuerdo de lo sucedido ha sido trasladado hasta el río.
 “Tras el accidente, estuve unos días con neumonía, bastante mal porque había tragado mucha agua. Pero no me ha marcado en mi vida, eso lo puedo asegurar”, dice Miguel, un hombre optimista que a sus 47 años está a punto de hacerse abuelo. “Parece que todo lo he hecho muy pronto”, sonríe. Y concluye: “Me siento un hombre afortunado pero creo en el destino y me pregunto qué me tendrá preparado…”
Hace algún tiempo, el programa de Iker Jiménez Milenio Tres hizo un reportaje sobre lo ocurrido y supuestas apariciones en el río y sucesos paranormales. Pero a Miguel reconoce que no le gustó el enfoque. n

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