Vigo cuenta ya con una buena cantidad de términos sólo comprensibles por los hablantes locales, muchos de ellos relacionados con la comida, como patatillas o croques, pero incluso con calzado, fanequeras, o el coche que tráfico emplea para controlar los aparcamientos, el ya famoso multamóvil. La lista de viguismos no hace sino aumentar.
Lo que suena habitual para cualquier vigués que entre en una cafetería, acompañar un refresco o cerveza con manises y patatillas, es una jerga incomprensible a apenas unos kilómetros. No existen ni en castellano ni en gallego ni las patatillas ni los manises, sino patatas fritas, de bolsa para el primer vocablo, o cacahuetes para el segundo. Son dos de las palabras 100% viguesas que han hecho fortuna de tal forma que la mayoría de los vecinos de esta ciudad ni siquiera sabe que se desconocen una vez cruzado el Miño o el Verdugo. Al parecer, la palabra patatillas nació por pura casualidad, una empresa local que decidió empaquetar las patatas fritas chips y colocarles ese nombre genérico, que ha triunfado. En cuanto a los manises, todo apunta al cruce de culturas y la Puerta del Atlántico aderezado con alguna confusión que llevó la palabra tropical maní a convertirse en manises. No es el único caso de confusión. Otro igual de celebrado es croque, que en toda Galicia tiene un sentido muy claro como golpe de ahí el Santo de los Croques, el Maestro Mateo, en la catedral de Santiago excepto en Vigo, donde también significa berberecho. La explicación llega en este caso por las industrias de la conserva, uno de cuyos primeros productos envasados serían precisamente los bivalvos, sobre todo los berberechos, denominados en inglés cokels. Es fácil imaginar la confusión entre los operarios entre los croques y los cokels con el resultado final de que en Vigo existen empanadas de croques cuya composición resulta un enigma para el resto de los gallegos. También tendría un supuesto origen británico eso afirma Méndez Ferrín la palabra choio como equivalente de trabajo: vendría de job, en inglés, y no hay que confundir con chollo, palabra muy utilizada en toda España, Vigo incluido, que se identifica con algo fácil. De forma que sólo en esta ciudad es posible tener un choio que es un chollo. Si hablamos de comida hay que añadir otro término que ha hecho fortuna en la zona: maicitos, el maíz tostado en bolsa que en prácticamente toda España se conoce como quicos salvo en Vigo, donde este término no existe para sorpresa de los locales cuando salen del área metropolitana. En este mismo apartado hay que añadir peladillo, por los melocotones sin pelo, llamados nectarinas en la mayor parte de la geografía. Curiosamente, no se trata de una mezcla de melocotones y ciruelas, sino de un fruto natural.
Lóbrego multamóvil
Dejando la comida aparte, quizá el viguismo más curioso, fruto igualmente de la confusión, sea lóbrego, cuyo significado preciso es oscuro, y que en general se suele aplicar a los bajos y sótanos de los edificios sin utilizar. Y ahí llega el error, al entender que los lugares que están sin dividir siempre están oscuros. Así, en Vigo es fácil escuchar que un local está lóbrego aunque tenga ventanas y entre mucha luz. Hablar viguismo da también para neologismo de exportación. Uno de ellos, el más reciente, ha sido multamóvil, que se ha convertido en la denominación genérica en todas las ciudades donde se implantó del coche controlador del tráfico urbano. De su creación tiene mucho que ver este diario, pues fue en esta Redacción donde se pensó como solución para resumir su función en un título. En cuanto a medios de transporte, también tiene certificado local vitrasa como genérico de autobús urbano, éste o no en Vigo. En cuanto a las denominaciones populares, la más viguesa es jicho, que existe fuera pero con carácter negativo. No en Vigo, donde es sinónimo de persona, sin ningún añadido. Más curiosa sería la palabra potear, como sinónimo de vomitar. Curiosa, porque en buena parte de España potear significa tomar unos vinos, utilizando potar, sin la e para el resultado del exceso etílico.
Fanecas y fanequeras
Con todo, quizá la más curiosa de las palabras viguesas es la denominación de faneca brava o faneca a secas para un pez que nada tiene que ver con la faneca comestible. La confusión tuvo su derivación en otro neologismo: fanequera, aplicado a la sandalia apta para meterse en el agua sin peligro de pisar una faneca. En A Coruña también inventan y allí se denominan escarapotas, porque así llaman al pez capaz de provocar un mal día de playa al pisar su aleta con pinchos. La lista resulta casi interminable, y en crecimiento, y abarca otras actividades, como la enseñanza: en Vigo, eludir el colegio es colgar clase, aunque más llamativo resulta todavía como modismo la confusión, 100% viguesa, en castellano y gallego, entre los verbos ver y mirar. En Vigo es habitual escuchar que alguien no mira nada, cuando quiere decir que no ve, y lo contrario, ver para adelante, cuando en realidad trata de mirar hacia el futuro.
Lóbrego multamóvil
Dejando la comida aparte, quizá el viguismo más curioso, fruto igualmente de la confusión, sea lóbrego, cuyo significado preciso es oscuro, y que en general se suele aplicar a los bajos y sótanos de los edificios sin utilizar. Y ahí llega el error, al entender que los lugares que están sin dividir siempre están oscuros. Así, en Vigo es fácil escuchar que un local está lóbrego aunque tenga ventanas y entre mucha luz. Hablar viguismo da también para neologismo de exportación. Uno de ellos, el más reciente, ha sido multamóvil, que se ha convertido en la denominación genérica en todas las ciudades donde se implantó del coche controlador del tráfico urbano. De su creación tiene mucho que ver este diario, pues fue en esta Redacción donde se pensó como solución para resumir su función en un título. En cuanto a medios de transporte, también tiene certificado local vitrasa como genérico de autobús urbano, éste o no en Vigo. En cuanto a las denominaciones populares, la más viguesa es jicho, que existe fuera pero con carácter negativo. No en Vigo, donde es sinónimo de persona, sin ningún añadido. Más curiosa sería la palabra potear, como sinónimo de vomitar. Curiosa, porque en buena parte de España potear significa tomar unos vinos, utilizando potar, sin la e para el resultado del exceso etílico.
Fanecas y fanequeras
Con todo, quizá la más curiosa de las palabras viguesas es la denominación de faneca brava o faneca a secas para un pez que nada tiene que ver con la faneca comestible. La confusión tuvo su derivación en otro neologismo: fanequera, aplicado a la sandalia apta para meterse en el agua sin peligro de pisar una faneca. En A Coruña también inventan y allí se denominan escarapotas, porque así llaman al pez capaz de provocar un mal día de playa al pisar su aleta con pinchos. La lista resulta casi interminable, y en crecimiento, y abarca otras actividades, como la enseñanza: en Vigo, eludir el colegio es colgar clase, aunque más llamativo resulta todavía como modismo la confusión, 100% viguesa, en castellano y gallego, entre los verbos ver y mirar. En Vigo es habitual escuchar que alguien no mira nada, cuando quiere decir que no ve, y lo contrario, ver para adelante, cuando en realidad trata de mirar hacia el futuro.