SER MONJA EN EL SIGLO XXI

Abiertas al mundo desde el convento

Dos monjas benedictinas del monasterio de Trasmañó, ayer, con su ordenador con internet.
photo_camera Dos monjas benedictinas del monasterio de Trasmañó, ayer, con su ordenador con internet.

Once hermanas benedictinas residen en el monasterio de la Transfiguración del Señor, en lo alto de Trasmañó,  donde, desde 1984, siguen los principios de su congregación: Oración, trabajo, vida fraternal y acogida

 “Aunque estemos en el convento no somos ajenas a lo que pasa fuera; en nuestras oraciones está presente lo que sucede en el exterior”. Así, la hermana Toñi deja claro que en su congregación siguen el modelo que ya predicaban los monjes del desierto: “Somos solitarias y solidarias”. Además de los medios de comunicación, las religiosas son usuarias de internet al que acceden a través del wifi del monasterio. Uno de sus programas favoritos es la homilía que oficia el Padre Nelson, un dominico de México,  y que la emite al mundo a través de las redes.
Toñi, quien invita a omitir el término hermana al dirigirse a ella, lleva la hospedería, lugar donde visitantes de toda España buscan un retiro. “No tenemos una vida tan diferente, ni más difícil que el resto de las mujeres; creo que es más complicado el día a día de una esposa y madre de familia, la única ventaja sobre nosotras es que  ellas tienen ‘tubos de escape’, pueden ir a una cafetería, tomar un café y despejarse; nosotras, no; pero por lo demás  somos una familia, y como en todas, con momentos de calma y de tormenta”. Asegura que lo que les falta es tiempo.
La misma cercanía demuestra la abadesa, la hermana Isabel Vicente: “Cuando yo ingresé tenía 14 años y entonces nos tratábamos de usted, me chocaba muchísimo que se dirigiesen a mí así; ahora cambió todo mucho”. Reconoce que hay un gran desconocimiento de la vida en el convento: “Nosotros no somos de clausura, somos de vida monástica; salimos lo necesario y tenemos contacto con los demás”, puntualiza la abadesa. De hecho, son ellas mismas las que reparten en furgoneta por Vigo sus famosas galletas. De las once, cuatro tienen carnet de conducir, “no es difícil”, indica la hermana Vicente. Con una producción importante, acuden al obrador una vez a la semana. Acaban de recibir las nuevas cajas: “Ahora ya las cocinamos sin aceite de palma no solo por la demanda, sino también por Sanidad; resultó complicado encontrar una margarina que no lo llevase”. Comenzaron a elaborarlas en 1980, siguiendo la receta casera de la hermana Pilar y lograron hacerse un hueco. “Son buenas, pero no tendríamos que ser famosas solo por nuestras galletas”,  asegura.
La vida de la comunidad comienza a las seis de la mañana y reparten el día entre trabajo y oración. Entre obligaciones terrenales distribuyen la jornada entre el obrador, el taller de ornamentos, el jardín, la huerta y la limpieza da la propia casa. “También tenemos tiempo de descanso porque el recreo es necesario”, afirma la abadesa. Rezan salmos, himnos y lecturas de la palabra de Dios. “Nos hacemos una oración litúrgica y nos guiamos por el libro de las horas, donde programan los rezos para cada momento del día”. 
Precisamente, los salmos cantados, como modo de dirigirse a Dios, y la sencillez de la congregación son las principales razones que motivaron a estas monjas a elegir las benedictinas para profesar. Es un proceso largo, de seis años hasta que logran la consagración. En Trasmañó son todas gallegas, cinco de ellas proceden del anterior convento en A Guarda. Como el resto de las órdenes religiosas, lamentan la falta de vocaciones. La última incorporación al monasterio fue hace dos años y hay que retroceder hasta el 2000 para datar en anterior ingreso. 
“Seguir nuestra disciplina cuesta lo mismo que cumplir con cualquier horario, y nosotros también tenemos fiestas, celebramos, santos, aniversarios, fechas señaladas; somos una familia y así vivimos”, concluye la hermana abadesa.n

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