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Una familia entre velas

Laureano y Martín Wizner, en las instalaciones del Náutico de Vigo, club en el que compiten en sus correspondientes modalidades.
photo_camera Laureano y Martín Wizner, en las instalaciones del Náutico de Vigo, club en el que compiten en sus correspondientes modalidades.

Martín Wizner, campeón del mundo sub-17, heredó la pasión por el deporte de su padre

Un pequeño Martín, con menos de seis años, tirando del pantalón de papá Laureano en cada puerto la voz de "papá, te vi por la tele. ¿Yo cuando puedo navegar?". El regatista del Desafío Español de la Copa América tenía que armarse de paciencia para frenar las ansias de su hijo porque "todavía era muy pequeño".


Esta escena pudo repetirse una y otra vez en una familia pegada al mar y a la vela. Ahora, es el menor el que camina hacia la élite mundial tras conquistar el Campeonato del Mundo sub-17 en 420, mientras que su padre reduce los días de competición "porque cada vez quiero estar más en casa", pero que "me dedico a la venta de velas y a navegar". En definitiva, conoce de primera mano el mundo de la náutica y de la competición. 
Ambos son regatistas del Náutico de Vigo y el padre, Laureano, explica que el joven "lo vivió desde pequeño porque me ve a mí. Siempre me pedía empezar. Desde los 6 años ya quería navegar, pero lo fui retrasando porque era demasiado pequeño. Empezó con nueve años en Optimist, que es la clase principal de formación". Así lo reconoce el campeón del mundo, junto a Pedro Ameneiro, al expresar que "como él siempre estuvo metido en la vela, quise empezar yo. A los ocho años me dejó entrar en un cursillo. De lo que me acuerdo es que me decía: empezarás a los seis años. Cuando los cumplí, ya me dijo: mejor con ocho. De eso sí que me acuerdo".
Laureano explica este hecho porque "en mi caso fue distinto. Mi padre tenía barco, pero no empecé a competir hasta un poco mayor, hasta los 16 años. Antes, simplemente, navegaba como ocio. Los jóvenes de ahora ya van acelerados, quieren competir desde el principio y formándose desde pequeños. A Martín siempre le gustó". Una experiencia que también permite al mayor de los Wizner manejar con acierto las distintas situaciones. De hecho ratifica que "lo que no quise meterme fue en su preparación. Yo también fui monitor de vela y sé lo que influyen los padres y lo que me molestaba que vinieran a dar opiniones y a meterse. Por esto, no quise inmiscuirme cuando comenzó en el club con la clase Optimist, que es de iniciación a la vela. Entiendo que no pintaba nada. Para eso estaban los monitores y que él pudiera pasarlo bien y disfrutar con su grupo de amigos. Después, él siempre ha querido ir, le daba igual el viento, el tiempo o lo que pasara. Nunca ponía pegas". 
De hecho, el mayor de los Wizner, desde su experiencia, también supo frenar un exceso de ganas o buscó que Martín pudiera conocer los sacrificios que requiere el deporte de alto nivel desde pequeño. "En 2013 cambiamos de club, del Náutico de Vigo a Sanxenxo porque le gustaba el monitor de allí. Yo no quise ponerme a llevarlo y traerlo e imagínate la lata que es eso porque, además, no hay medios de transporte cómodos. Él se molestó para poder hacerlo. Se levantaba, tomaba el tren hasta Pontevedra y desde allí iba con el padre de un compañero a Sanxenxo. Al terminar, volvía y cuando haces algo así, está claro que te gusta el deporte que haces. No me hizo falta empujarlo o animarlo. Creo que incluso tenía que pararlo porque tenía que dedicarle más a los libros", explica Laureano. 
De esta forma, el joven Martín Wizner explica que "empecé en el Náutico de Vigo en Optimist y, al final, me cambié al Náutico de Sanxenxo para continuar en el grupo de nivel con mis amigos. Al finalizar la etapa de Optimist, regresé a Vigo para empezar con el 420. El último año y medio estuvimos con este barco". Tras esta trayectoria, Martín y su compañero Pedro Ameneiro fueron primeros en el Mundial de vela sub-17 de la clase 420: "Nos marcamos como objetivo el Mundial, al menos competir allí. Al final obtuvimos el título, que era más que el objetivo". 
Un nivel competitivo con el que el joven Martín comienza a discutir de igual a igual con Laureano. El padre admite que "me hace preguntas de vela. En muchas cosas ya sabe más que yo porque está más puesto al día. Está más al día y más fresco. En reglamento, por ejemplo. En cosas ya me tengo que callar". El hijo lo confirma porque "estoy más al día porque él cada vez navega un poco menos". No obstante, aprovecha toda la experiencia del mayor y "le pregunto bastante, sobre todo de preparación, porque él es experto y ya diseñó muchas preparaciones para abordar un objetivo. Tiene experiencia y nos va guiando". 
Laureano conoce al mundo de la vela hasta el punto de que, en la actualidad, compagina sus apariciones como regatista con la venta de velas y, como consecuencia, "cuando voy a una competición me fijo en las que van en todos los barcos, eso ya es por profesión". Navegante de Snipe, de la Copa América y de cruceros de alto nivel, Laureano Wizner aconseja desde su experiencia y lo ratifica Martín. "Quiere que me dedique a la vela ligera, que es lo importante, porque de cruceros ya me aburriré de mayor. Además, la vela ligera es más divertida y movida", explica el campeón del mundo sub-17.n

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