A Guarda volvió a los orígenes de la Festa do Monte en su Centenario

Los romeros subieron ayer hasta el monte haciendo sonar los bombos para pasar una histórica jornada festiva

Hace cien años subían al Monte Santa Trega los fundadores de la sociedad Pro-Monte para conmemorar el primer año de una sociedad, creada en 1912, que con el tiempo haría historia local. Lo que, inicialmente, iba a ser un encuentro de socios y familiares, se amplió como invitación colectiva a todos los guardeses. Fue la semilla de las Festas do Monte que se convirtieron en la Semana Grande de A Guarda.

antón ferreira. a guarda

Publicado: 19 ago 2013 - 08:00 Actualizado: 10 feb 2014 - 12:27

Aspecto que presentaba el monte de Santa Trega ayer a la llegada de los romeros en el centenario de la subida.
Aspecto que presentaba el monte de Santa Trega ayer a la llegada de los romeros en el centenario de la subida.

Ayer volvieron a las faldas del Trega, a sus explanadas del Campo Redondo, a su cumbre del Pico de San Francisco, los romeros. Lo hicieron con el llamamiento de las bandas mariñeiras haciendo sonar los bombos y las cajas con ecos repetidos por las calles de la villa; desde Camposancos a Salcidos pasando por el núcleo urbano de A Guarda. Y llegando, incluso, de más allá de los límites locales. Desde las tierras monacales de Oia.

Las distinguen sus atuendos, su peculiar 'toque'; y las iguala el mismo objetivo: convertir el monte en un gigantesco tambor multicolor, en un espacio único para troular.

El sol fue, aliado. A veces, las amables sombras, se hicieron esperar en la subida de tres kilómetros y medio hasta el oppidum. El ascenso, siguiendo una carretera que serpentea, o atajando por senderos que abrevian el camino, lo hicieron a pie quienes quisieron recuperar la subida tradicional; en coche los que ya no poseen unas condiciones físicas para caminar 3.500 metros, o son responsables de la intendencia; incluso los que por pereza deciden 'esperar no Monte'.

Y ya en la cumbre, se inició el ritual de la Xura. Primero la Banda Negra, antes del xantar. Y después de la comida, las otras: Mau Mau, Banda Roxa, Os Perdidos, Ceu Escuro, A Troula, Os Despistados, A Desfeita, A Chicadoira, Os da Corea, Os do Rancho, A Carallada, A Foliada, A Beira do Río, Ribadela, Os da Alba, Ó Pé do Trega, Nova Semente, A Fervenza Tinta, Do Outro Lado do Monte e O Amparo do Monte. Y cada una en su lugar sagrado: el púlpito, el Obelisco, el Mirador de Portugal, el atrio de la Ermita, el Palco, la Plaza de la Promonte, así hasta 21 lugares, tantos como bandas. Y arropando a cada banda, sus incondicionales, quienes troulan al ritmo de bombos y tambores, lanzando alaridos de triunfo mientras se engulle el vino que entinta el rostro y mancha la camisa, y oscurece la piel. Y uno, primero, y después otro, ahora el siguiente; así hasta que cada miembro de la banda hizo promesa de subir el añó próximo 'ao Monte'.

Y entre trago y trago; entre mazo y mazo; entre redoble y redoble, el sol buscó la mar, y en la mar el horizonte y los romeros vieron que era la hora de dejar la cumbre y buscar también, el atardecer en el Montiño; a doscientos metros de la civilización. Y allí en el Montiño, siguió el ritual del salto, con menos vino, que se lo bebió la Xura; pero con las mismas energías de troulada; o acaso con más ganas, porque a penas dos horas más tarde, llegaría la Baixada, ese momento que siendo un adiós temporal, parece un adiós para siempre. Y los romeros, y las bandas, y los bombos, y los tambores, y la troula, dejaron los árboles y la noche montesa, para encontrarse con la otra gente, aquella que les esperaba para verlos pasar como héroes de una batalla que ganaron. Y pasaronn haciendo sonar los bombos; y redoblando las cajas; avanzando, retrocediendo; alargando así la Baixada.

En la cara y en las camisas, las marcas de una jornada intensa.

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