La Xunta renuncia a vallar y demoler la vieja estación de bus

Descarta iniciar la operación en tanto se mantenga un grupo de personas durmiendo en el edificio, cerrado hace casi tres años

La antigua estación de autobuses, cerrada, con personas durmiendo en su exterior.
La antigua estación de autobuses, cerrada, con personas durmiendo en su exterior.

Son ahora en torno a una veintena las personas que duermen en el espacio exterior de la antigua estación de autobuses de la avenida de Madrid, cerrada desde hace casi tres años con la apertura de la nueva intermodal de Urzaiz en diciembre de 2022. Una “población” que no hace sino crecer, convirtiendo la vieja estructura en una especie de refugio, un albergue para “sin techo” que se ha consolidado pese a los intentos realizados de evitarlo. El plan que manejaba la Xunta pasaba por vallar todo su perímetro para mantener el control y al mismo tiempo evitar que entren personas en un edificio que está cada vez en peores condiciones y donde podrían producirse desprendimientos y accidentes. Pero dicha operación, que se inició como se puede constatar en el exterior, no se va a culminar en las actuaciones condiciones, con gente durmiendo en el entorno, según señalaron desde la Administración autonómica, que irá a más a medida que avance el invierno. Y la solución no parece encontrarse cerca al tratarse de un asunto policial, donde la Xunta apenas cuenta con competencias más allá de la Policía Autonómica, que no se ocupa de ese tipo de cuestiones.

¿Qué hacer? El Plan General que lleva unas semanas en vigor ha cambiado la calificación del suelo para que en adelante sea un terreno de parques infantiles, zonas verdes y otros servicios. La Xunta tenía un proyecto ambicioso para rehabilitar la estación para escuela infantil y residencia de mayores integrando ambos mundos, como ya se ha hecho en otras partes de Galicia, con una fuerte inversión en la mejora del edificio tanto en su exterior como en el interior. Pero con la catalogación actual el Plan y las relaciones con el Concello parece una misión imposible. En estas circunstancias, dos de las opciones que se barajan en el Gobierno gallego -el edificio lo gestiona ahora la Consellería de Facenda como patrimonio- pasa por cerrar su perímetro “cuando sea posible” y la demolición de todo el complejo para evitar problemas. El paso final lógico sería la cesión al ayuntamiento para que haga lo que considere oportuno, con el PGOM como guía urbanística. Y esta también es una de las posibilidades que de forma expresa se manejan desde el departamento autonómico. Pero todo ello pendiente de resolver el problema de fondo de las personas que han acampado de forma permanente. Y no parece que se vayan a marchar: ayer mismo pudo constatar este diario que la actividad sigue aumentando y que hay una “vigilancia” permanente para evitar el cierre.

A día de hoy, para la Xunta la antigua estación del autobús es un auténtico dolor de muelas, sin posibilidades de poner en marcha sus propuestas, además de resultar un gasto importante en mantener la seguridad y evitar la entrada en el interior de la terminal de autocares, lo que de momento sí ha conseguido.

Ya pasó algo parecido en el pasado reciente con el cierre de los servicios sanitarios, con el Xeral y el Cíes y el centro de especialidades de Coia, con la apertura del hospital Álvaro Cunqueiro, con vigilancia privada en todos los edificios para evitar okupaciones. Finalmente, todos ellos fueron recuperados, vendidos o cedidos, poniendo punto final a la operación de seguridad en los inmuebles.

El "regalo" de Laxe al alcalde Soto

La estación de autobuses de la avenida de Madrid se construyó durante el mandato de Fernando González Laxe, primer presidente socialista de la Xunta (entre 1997 y 1990), a propuesta del entonces alcalde Manuel Soto, que cedió una parcela municipal al Gobierno gallego para ese fin concreto. La Administración autonómica puso presupuesto y construyó el edificio con sus accesos. Nunca llegó a funcionar bien del todo y el ambicioso proyecto que contemplaba servicios de todo tipo, como en un aeropuerto o una terminal ferroviaria, y fue decayendo con el paso de los años hasta su cierre, ya con otro modelo, el de Urzaiz: un espacio libre y mínimo y próximo a otros servicios de transporte, en el caso de Vigo el tren, para agilizar la combinación intermodal entre ellos.

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