Vigo, ciudad de tradición diplomática
Vigo es sede consular de 15 países de la UE y Latinoamérica, solo tres son de carrera y el resto honorarios
La familia consular en la ciudad se compone por quince representantes, de los que solo tres son diplomáticos de carrera, Venezuela, Argentina y Portugal, estos dos últimos pendientes de asignar. Dinamarca, Alemania, Malta, Reino Unido, Ecuador, Polonia, Islandia, Rusia, Brasil, Guinea Bissau, Uruguay, Francia y Chile optaron por un representante honorario que despacha en una oficina consular cuya sede suele coincidir con el domicilio personal o fiscal.
Recientemente han sido baja Filipinas y Perú. Su perfil pasó de estar más ligado a los consignatarios de buques, muy habituados a tratar con otros gobiernos, a empresarios de otras ramas o profesionales liberales.
Encabezados por el decano, Juan Vieites Baptista de Sousa, cónsul de Polonia desde 2004 (y presidente de la CEG entre otros cargos), seis miembros de esta familia compartieron con Atlántico las obligaciones de su puesto. “Debemos estar informados de qué pasa en la ciudad, nuestros Gobiernos nos preguntan, por ello procuramos que tener una magnífica relación con las autoridades”.
Así explica que cada dos meses organizan una reunión de todo el cuerpo diplomático con algún representante y antes de que el covid lo frenase, celebraban con regularidad cócteles y encuentros sociales.
“La tradición consular de Vigo comenzó en el siglo XIX cuando se instalaron aquí los británicos en busca de un puerto seguro; los argentinos simplemente los siguieron”. José Antonio de Román, cónsul de Dinamarca es uno de los veteranos de la familia diplomática, representando al país nórdico desde los años 80. Sin ningún vínculo de sangre, su formación internacional y sus relaciones comerciales ganaron la confianza del Gobierno danés.
“Cuando mi padre se retiró, me propusieron seguir”, afirma, al tiempo que rechaza el término ‘hereditario’ para referirse a la responsabilidad consular, “no tiene nada que ver con un legado familiar, si me lo pidieron es por mi perfil profesional y porque me conocían mi trayectoria”. Como cónsul honorario no cobra un sueldo: “Somos unos mirlos blancos,”, así explica su dedicación que inició con 26 años.
Las responsabilidades, la jurisdicción o el 'modus operandi' varía, aunque todos tienen una directiva en común: Nunca se opina de la política interna. Suelen recibir las primeras reacciones sociales. “Cuando encarcelaron a un activista de Greenpeace (López de Uralde) por colarse en una cena que la reina ofreció a los jefes de Estado en la Cumbre del Clima en Copenague, había concentraciones delante de mi domicilio; los acabé recibiendo y me limité a recoger el comunicado que me dieron”, recuerda el cónsul de Dinamarca.
“Lo que sí está en nuestras manos es explicar cuestiones concretas de nuestros países como la postura de Islandia ante la pesca de ballenas, no firmó el acuerdo internacional, hubo sectores que no lo acogieron muy bien y tuve que explicar su postura y la tradición que hay detrás”, puntualizó Alejandro Hernández Alfageme, cónsul de Islandia desde el 2000.
La presencia islandesa en Galicia, de las que tenga constancia el consulado, se limita a quince familias; sin embargo, a veces recibe visitas curiosas: “Una noche de lluvia llamó al timbre una mujer empapada que requería los servicios del cónsul de su país; tenía 83 años y estaba dando la vuelta al mundo en moto, quería que le recomendase un hotel; la acompañé a un establecimiento para que pasase la noche; nunca más volví a saber de ella”.
“El consulado es nuestro país en pequeño en Vigo. Como cónsul soy un servidor público, afirma Martín Pacheco Morillo. “Somos el contacto directo del Estado Bolivariano con el pueblo”. Hace cuatro años fue designado por su Gobierno para representar a Venezuela. Formado en una escuela diplomática, pasó por varios destinos y en el servicio interno. Atiende un territorio que traspasa las fronteras gallegas con 24.000 inscritos.
“Aunque no tienen obligación es muy importante que se registren en el consulado porque facilita cualquier trámite que haya que hacer, tenemos la obligación de inscribir a todo ciudadano venezolano que así lo solicite”.
De la Unión Europa solo Portugal cuenta con un cónsul de carrera. En el caso de Francia, su enlace en Vigo es Jean-Baptiste Chassin, que aunque oriundo del país galo lleva residiendo en la ciudad desde 1987 y ostenta el cargo de cónsul honorario desde 2007.
Cuenta con menos de 2.000 censados; en más de una ocasión no ha sido en tierra donde tuvo que ofrecer sus servicios. “Varias veces me demandó la Policía Nacional para asistir a náufragos franceses que llegan al puerto, suelen ser navegantes solitarios que tienen problemas en altamar y son socorridos por un buque pesquero, suelen llegar con buen aspecto por el trato recibido”. Unos 1.600 polacos están registrados en su consulado en Galicia, con sede en Vigo, pero la relación con el país es estrecha.
“Es un pueblo muy religioso, la mayoría de las gestiones son con peregrinos que llegan haciendo el Camino de Santiago”, afirma Vieites, quien también visita con regularidad A Lama para presentar asistencia a compatriotas polacos
Cárcel y repratriación, lo más duro
Precisamente los aspectos más duros de la labor consular pasan por el servicio carcelario, al que el consulado de la República Bolivariana de Venezuela tiene asignados dos funcionarios o por la repatriación de cadáveres (los países europeos ya lo gestionan a través de la funerarias), pero también se encargan de labores administrativas y de los procesos electorales. Los últimos en celebrar comicios fueron Islandia y Rusia.
“En unas votaciones recibí una comunicación de una embarcación que navegaba a 20 millas de la costa, su capitán y los catorce tripulantes querían ejercer su derecho, atracaron a Marín y me desplacé allí a recoger las papeletas; en esta ocasión, no hubo ningún voto”, comentó Hernández Alfageme. En las urnas rusas se superaron los veinte, de los 800 censados en Galicia.
“Para poder ejercer su derecho al voto deben estar censados en el consulado, pero hay casos especiales como en esta ocasión en que unos expedicionarios siberianos recalaron en la ciudad y pudieron votar aquí”. Pedro Mouriño Uzal es la última incorporación a la familia diplomática. Ejerce de cónsul honorario de la Federación Rusa desde hace un año. Uno de sus objetivos, al igual que el de sus compañeros, es fomentar las actividades culturales para dar a conocer el país que representa, “en algunos sitios me siguen presentando como el cónsul de la Unión Soviética, que no existe desde 1991”.
Todos coinciden en que hay un gran desconocimiento sobre las funciones de los cónsules. “Me han llegado a llamar de los juzgados para que haga de traductor, cuando yo no sé, ni tengo que saber hablar danés”, explica De Román. “Al ser honorario, la dirección de la oficina consular coincide con la de mi despacho; antes de poner la placa y la bandera quise informar al resto de los vecinos, convocaron una reunión donde alguno insinuó que podían llegar ponernos bombas, llevaron un asesor jurídico que justificó la oposición de los vecinos a colocar los distintivos porque se consideraban elementos publicitarios; al final solo coloqué la placa, la embajada rusa me sugirió no entrar en un conflicto diplomático con una comunidad de vecinos”.
A Pacheco Morillo le resulta curioso el poco interés que genera conocer sus funciones. “Desde que llegué a este destino, envié comunicados de presentación y sobre asuntos de mi Gobierno y nunca publicaron nada”
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