Las dos veces que se escaparon los leones de un circo y La Madroa
Episodios vigueses
Los leones se escaparon en 1974 y 1983, llegando a pasearse en este último caso en unas furgonetas que estaban en Orillamar
El 25 de abril de 1974 dos relevantes noticias llegaron a las emisoras de Vigo. Una se refería a que, en Portugal, el Movimiento de las Fuerzas Armadas había decidido poner fin a la dictadura de Salazar. La otra era un aviso general para que fuera inmediatamente divulgado para que la población no se acercara a la Madroa, porque una pareja de leones se había escapado de sus jaulas y se había desplegado a un pelotón de tiradores de la Guardia Civil para, si no se podía resolver la fuga de otro modo, los abatieran. En esto de la fuga de leones Vigo tiene experiencia, alguna más grave, esta vez en 1983, cuando varios leones en celos se escaparon de sus jaulas en un circo y se pasearon durante horas por Orillamar y llegaron a meterse en unas furgonetas de la empresa “Mateu y Mateu en la calle de la Paz, frente a la conservera de Alfageme, a la que ya me he referido en otra ocasión. En el primer caso, pese a la advertencia de la Guardia Civil hubo personas inconscientes que se acercaron al parque zoológico.
Conozco bien los dos episodios porque me tocó cubrirlos como periodista. Lo de la Madroa se atribuía a la deficiente instalación de las jaulas y a un descuido del personal cuando fueran a alimentar a ambos felinos que se llamaban “Chato” y “Diva”. Fueran un regalo a la ciudad de la antigua Caja de Ahorros Municipal que había desembolsado 100 mil pesetas por la pareja un año antes de su escapada. Eran dos ejemplares magníficos, procedentes de Eritrea. La causa oficial de la escapada fue que se dejara abierta la puerta de la jaula. El episodio, iniciado poco antes de las diez de la mañana, sin público en el parque, se prolongó hasta la mañana del día siguiente. En un principio, a falta de otros medios, se requirió el auxilio del Zoológico de Madrid que envío a un veterinario y a un tirador con un rifle de dardos adormilantes. El macho de la pareja “Chato” era más agresivo y sólo las jaulas de otros animales evitó que la cosa fuera a mayores.
Bajo el resguardo de la Guardia Civil desplegada, el tirador llegado en avión de Madrid y montado en un todoterreno acompañado con el veterinario, que dirigía la caza, se intentó abatir al “Chato” que se escapaba una y otra vez. En el cerco, aparte de la Guardia Civil, como resguardo general, también se movilizó a la policía local y hasta los bomberos que incluso usaron sus mangueras contra el felino. En un momento dado, se supo que las autoridades disponían que no haber otro remedio, el león fue abatido con fuego real. El día fue pasando y llegó la noche. A las siete de la mañana, sin más, el león regresaría tranquilamente a la jaula, junto a su pareja, se tumbó y acabó la historia.
Pero peor fue lo ocurrido en plena ciudad en enero de 1983. Aquel día fui involuntario testigo de la escapada por la zona de Orillamar y la calle la Paz, donde resido, de cuatro leones que huyeron del circo Jumbo instalado frente a Barreras. Era la primera hora de la mañana y había dejado a mis hijos en la parada en Torrecedeira del autobús escolar. Al volver a casa, un poco más abajo de donde vivo, un grupo de empleadas de la fábrica de conservas Albo estaban comentando que dentro de una furgoneta abandonada de la empresa Mateu y Mateu había un león. Me acerqué a cerciorarme y rápidamente volví a casa y llamé a todas las emisoras locales para que dieran el aviso a la ciudad de que en la zona de Orillamar había varios leones sueltos.
La causa de la escapada es que había una leona en celo y los machos se volvieron locos, de suerte que cuatro de los seis del espectáculo lograron romper los sistemas de seguridad de las jaulas y escapar a la vía pública. Rápidamente, las policías municipal y nacional montaron un resguardo de la zona, al tiempo que los empleados del circo intentaban, de modo artesanal, por cierto, volver a cazar a los leones. Uno de los cuidadores sufriría un zarpazo en la cara a través de una jaula cuando ya se había recuperado a uno de los leones. Para intentar capturar a los escapados les pusieron como cebo un pobre asno que, literalmente, las fieras abrieron por la mitad. Poco a poco se pudo capturar a tres de los leones, pero un cuarto no se dejaba atrapar. De modo que hubo de entrar en acción un tirador de la Policía Nacional que lo abatió de un certero disparo.
Este asunto puso de manifiesto que era preciso que las inspecciones que los servicios municipales se debían realizar con mayor rigor para autorizar la instalación de los circos en Orillamar y el acceso del público tenía que cambiar de la habitual rutina, especialmente con respecto a los que incluían espectáculos con fieras. Se supo más tarde que, antes de escaparse, los leones habían estado peleando y que su domador que estuviera gran parte de la noche entre ellos, se fue tranquilo creyendo que se habían calmado. Es mejor no pensar lo que pudo ocurrir.
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