El turismo, un placer también inventado por los romanos

Fernando Lillo, profesor de Latín en el IES Santo Tomé, hace un recorrido por los principales destinos de ocio de la Antigüedad

Publicado: 21 jun 2022 - 00:00 Actualizado: 21 jun 2022 - 00:06

Los romanos seguían los desplazamientos de sus gladiadores favoritos para asistir a sus luchas. Arriba, la recreación que cada verano se hace en la villa romana de Mirambell.
Los romanos seguían los desplazamientos de sus gladiadores favoritos para asistir a sus luchas. Arriba, la recreación que cada verano se hace en la villa romana de Mirambell.

Viajes por turismo, peregrinaciones, destinos de salud o desplazamientos de sus gladiadores favoritos, la idea de ocio ligado al turismo es algo que ya existía en la Antigua Roma. Así lo explica Fernando Lillo, en su último libro, “Hotel Roma”, de la editoria Confluencias: “Salvando las diferencias, aún somos muy romanos incluso en el turismo”.

Lillo explica que también en la Ciudad Eterna había muchos que visitaban otras localidades sin saber lo que tenían más cerca. “Era un pensamiento muy común en aquella época; Plinio, el joven, criticaba que muchos romanos no conocían Roma, pese a ser muy conscientes de la belleza de su ciudad”.

Entre las fuentes consultadas por Lillo están los escritos de un emperador de Oriente que en el siglo IV le maravilló el anfiteatro Flavio, ahora conocido como el Coliseo, el Panteón, el estadio de Diocleciano y sobre todo, quedó fascinado con el Foro de Trajano. “Hoy lo conservamos mal, pero da datos muy interesantes sobre su aspecto original, le sorprendió una estatuta ecuestre de Trajano que se situaba en el centro”.

Pero Roma era también era un lugar del cual huir, con tráfico, ruido y masificación”. Así, explica que era muy común entre las clases altas tener “un chalecito en la sierra en paraísos cercanos”. Los más pudientes instalaban su segunda vivienda en el sur de Nápoles, “era como ahora la Costa Azul, estaba lleno de termas y de villas, todo un complejo de ocio, donde también había algo tan actual como guías turísticos; lo que no tenían era turismo de masas”.

Aunque eran las clases privilegiadas las que disfrutaban de estos viajes de placer, señala que las economías más modestas ahorraban para realizar turismo de salud. “Iban a curarse a Epidauro, en Grecia, donde estaba el templo del dios de la Medicina, Asclepio”.

Y por supuesto los visitantes dejaban sus impresiones, no en blog de viajes, pero sí en las paredes. Hay graffitis dejando la memoria de paso con miles de años escritos por centuriones, por al alta sociedad o por gente más común. “Les gustaba ir a Sicilia a ver el volcán Etna, a visitar reliquias mitológicas como los brazaletes de Helena de Troya en el templo de Lindos, en Rodas o la tela de Penélope, cerca de Corintio, recorrían los campos de batalla como el Túmulo de Maratón o las localizaciones de la Guerra de Troya, que para ellos, había existido”.

El primer libro de viajes lo escribe Pausanias en el siglo II d. C, con una descripción detallada de Roma. “Incluso le pone el valor añadido de los fantasmas cuando describe el Túmulo de Maratón”.

Al igual que en nuestros días, un destino muy cotizado era Egipto, del que Lillo asegura “les parecía muy exótico; conservamos un papiro donde se daba indicaciones para la preparación de un itinerario par aun visitante importante: un crucero por el Nilo, visita a las pirámides y a la Esfinge y sobre todo a las tumbas del Valle de los Reyes por las galerías llenas de pinturas; tenía que ser una experiencia muy interesante para ellos”.

En las pirámides se encontraron graffitis expresando su admiración, alguno hasta se lamentaba de no saber leer jeroglíficos. “En uno de ellos, ya desaparecido, una mujer dejó escrito ‘he visto las pirámides sin ti, querido hermano’, un sentimiento muy actual”.

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