Los tesoros que Carmelita guarda en su jardín de Nigrán
Su afición por los mosaicos comenzó en 2013 y hoy en día cuenta con más de 50 metros cuadrados cubiertos con diversos motivos
A Carmen Souto Vidal, vecina de Vilariño de 78 años de edad, la pasión que tiene por los mosaicos le viene de lejos, en concreto desde finales de los 90, pero no fue hasta 2013 cuando se lanzó a materializar todo lo que había fraguado en su cabeza. Como fundadora junto a su marido de una empresa de construcción, el acopio de cerámicas vidriadas era tarea sencilla y durante años almacenó muestras que hoy sigue utilizando ya jubilada. En la actualidad Carmelita cuenta con más de 50 metros cuadrados de paredes decoradas a base de paciencia e improvisación, trozos de azulejos, martillo y tenaza, mucha intuición y miles de horas a sus espaldas.
El resultado, una auténtica obra de arte que llena de colorido su jardín y no hay un solo día, 9 años después, que no se siente delante de sus creaciones para darles una vuelta. Están las tres carabelas, el tranvía Ramallosa-Gondomar, el puente románico, el pazo de Mendoza, la Isla de Tali, hórreos gallegos y asturianos, todo tipo de animales incluso elefantes, flores, gaiteiros, hasta el coronavirus en dos de sus versiones, los nombres de todos sus nietos, la iglesia de Santa Cristina de la Ramallosa, un pequeño pueblo ambientado en Lugo, aviones, el arcoiris o la luna. Como buena autodidacta la experiencia le llevó a ir adaptando sus maneras acompañada de su nieta Antía, que le ayuda con las plantillas desde 2015. Comenzaron marcando los bocetos en la pared a base de lápiz, luego pasaron a los rotuladores, después con pintura y finalmente, aprovechando sus conocimientos en dibujo digital, tiraron de teléfono móvil para sacar fotos de la superficie que luego edita con la plantilla. “Luego mi abuela ya se monta su idea en la cabeza y comienza a trabajar mientras le mando las correcciones por whatsapp”, explica. Esta forma de componer requiere a menudo de posturas imposibles que durante horas provocan que sus extremidades acaben entumecidas, en parte porque también cuenta con dos prótesis, pero Carmelita también tiene solución para esto. “Uso una tabla con ruedas para desplazarme sentada, una cuerda anclada a la pared para poder levantarme, un banco o una nevera a la que le adaptamos un escalón y una barandilla para las zonas más altas”, explica.
Su gran inspirador fue el arquitecto catalán Antonio Gaudí y su “trencadís”. Durante un viaje a Barcelona hace más de 20 años se quedó prendada de sus mosaicos. “Me encantaban", recuerda, y lo primero que se le pasó por la cabeza fue la idea de reproducir con su propio estilo la técnica en los muros de su casa en avenida de Portugal. Pasaron los años y el legado del artista no se iba de su retina. Lo cierto es que tardó en dar el paso, por lo menos una década, pero una vez que empezó ya no fue capaz de parar, sobre todo desde el estallido de la pandemia, cuando se pasaba días enteros trabajando sobre sus murales. “Había momentos que me pasaban las horas y se hacía de noche y en verano el reloj superaba las 22 horas con facilidad”, explica. Ahora a punto de rematar el que cubre el lateral del almacén, su cabeza vuelve a ponerse en marcha. Proseguirá por uno de los muros de la parte trasera de su casa sin tener tiene muy claro cuáles serán los motivos para la ocasión. A este ritmo no sería de extrañar que a Carmelita se le acaben las paredes para poder seguir dando rienda suelta a su arte.
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