Solidaridad también en domingo
Una treintena de voluntarios sirve meriendas a personas sin recursos el día en que todo cierra en el Perpetuo Socorro
El proyecto solidario del Perpetuo Socorro cumplió cinco años. En el salón social de la parroquia, en la rúa Lalín, 32 voluntarios se reparten los domingos para facilitar una merienda-cena a personas sin recursos los días en que todo cierra. De 18.45 a 20.15 horas reparten bolsas de comida. Cada una lleva dos bocadillos, dos o tres yogures, dos piezas de fruta, un postre dulce y si es posible, alguna conserva.
Cuando empezaron eran los únicos que cubrían el día en que cerraban los comedores sociales. Actualmente, la ONG A las Cinco también abre su bocatería solidaria en Taboada Leal, aunque allí solo atienden a los derivados por los servicios sociales del Concello, Cáritas, Cruz Roja, Teranga, Emaus o Aldeas Infantiles.
En el Perpetuo Socorro no piden referencias, reparten hasta agotar existencias. El último año se incrementó el número de usuarios, que ya superan los 130. Desde que empezaron ya sirvieron más de 16.000 bocadillos, 5.000 solo el año pasado y todo parece indicar que la cifra seguirá subiendo. La cola del hambre no entiende de nacionalidades, hay inmigrantes sudaméricanos, argelinos o marroquíes, pero también españoles. Tampoco entiende de edad. Para los menores que acuden con sus padres, siempre hay algún detallito. “Es lo más duro, ver que hay niños que pasan necesidades”, afirma José Ramón Sánchez, que junto a su mujer, Mariluz Otero, y a Rosalía Viudez comenzaron a darle forma. “Queríamos ayudar donde fueramos más efectivos, fuimos al comedor de San Xosé y a otra ONG en el barrio de Casablanca, nos explicaron en qué podíamos ocuparnos y empezamos a organizarnos, implicando a los amigos”.
Cuentan con el apoyo de empresas colaboradoras (La Caixa, Caixa Rural Galega, Biscuit Galicia, Coren, Larsa, Frutas Sol, Eroski, Gadis, Cuevas o Carnicería Cholo) y entidades como la asociación de comerciantes de As Travesas que les facilitan las bolsas o la sección de hostelería del CIFP Manuel Antonio, donde organizan las cenas solidarias para recaudar fondos. “Cada semana llamo a los comerciantes, hago los pedidos, me encargo de ir a buscarlos y coordinar con el equipo para que sepan con qué cuentan para preparar los bocadillos, unos 250 por día”.
Reconoce que ningún domingo es igual a otro. “Las caras cambian, hay personas que dejan de venir, otros que llegan por primera vez, algún día nos quedamos sin pan y tenemos que improvisar, otros congelamos lo que nos sobra. Pero siempre es muy gratificante, los que vienen son muy agradecidos, tienen muy buen compartamiento, nunca tuvimos problemas, era algo que nos preocupaba”.
Con un comienzo difícil, en pleno covid, la iniciativa se consolida, aunque sean un grupo de voluntarios, sin ninguna ONG detrás. “Con el tiempo tuvimos nuevas incorporaciones al proyecto, comenzamos un grupo de amigos y gente de la parroquia, algunos católicos, otros no, no mezclamos la solidaridad con la religión, aunque tenemos el apoyo de la parroquia, que nos ceden el local y hacen una colecta. Estoy muy orgulloso de lo que hacemos, creo que es una buena labor”.
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