El rural, destino preferido para los farmacéuticos
Indican que el trato personalizado y la confianza con el clientes son puntos positivos para trabajar en un entorno alejado
El trabajo de farmacéutico en el rural del área de Vigo es, según sus propios trabajadores, mucho más gratificante que trabajar en la ciudad. El trato personalizado a los clientes y la confianza que tienen, conociendo todo el historial médico y pudiendo valorar qué será lo mejor para su salud, los convierten en una pequeña escisión de los médicos en el espacio rural.
Todos los boticarios consultados, cuyos primeros pasos los dieron en farmacias situadas en las ciudades, coinciden en que la paciencia es una buena consejera para disfrutar de un trabajo muy gratificante. Javier Dameán, de la farmacia que lleva su nombre en San Miguel de Guillade, en Ponteareas, aseguró que el ritmo en el rural desciende mucho porque el cliente “no busca la inmediatez. Si no tiene el medicamento, espera. En las ciudades tienen muchas más farmacias a las que acudir”. Intenta que el trato sea “lo más cercano posible”, con una población en su zona muy envejecida (apenas superan los 500 habitantes), pero “con mucho cariño en su atención. Lo agradecen”.
Sin embargo, la opción para entregar medicamentos a domicilio para aquellos enfermos que no puedan desplazarse “ya no la tenemos. A veces hacemos alguno temporal, pero hubo un tiempo en que sí hacíamos entregas en los domicilios. Ahora se tienen que encargar vecinos o familiares”.
En Leirado (Salvaterra do Miño), Patricia Bernández apunta que el desempeño es “más que satisfactorio. Ya trabajé en la ciudad y prefiero esto” aunque “hay que tener mucha paciencia con los clientes, pero te tiene que apasionar tu trabajo, y a mí me encanta”.
La problemática con el centro de salud, que pierde médicos con el paso del tiempo, obliga a los farmacéuticos a hacer de todo en materia sanitaria: “Para casos menores, a los pacientes los envían aquí, como resfriados o catarros. Para patologías ya no, eso ya tiene que ser tratado por los profesionales”.
“Tenemos una población muy mayor, y ser farmacéutica para tratarlos te tiene que gustar mucho para desempeñar este trabajo, y la verdad es que me encanta”, confesó Bernández, en una profesión que es eminentemente vocacional. Leirado cuenta actualmente con menos de 600 habitantes.
Mercedes González, de la farmacia que lleva su nombre en Souto de Arriba (Tui), asegura que lo que marca la diferencia es el trato al cliente, más personalizado: “Comencé en la ciudad, pero ahora ya llevo 35 años en el rural y me gusta mucho más”. A pesar de las pocas opciones médicas que cuenta la pequeña zona de Tui (de 38 habitantes) se consideran “la segunda mano del médico” y que para tratos menores como vendajes o lesiones pequeñas suelen curarse en la farmacia: “conoces todas las dolencias de los clientes, y sus medicamentos. Por eso la atención es más pausada”.
También realizan labores de escucha y ofrecen consejos a los más despistados. Muchos de ellos “vienen antes de ir al médico para calmar cualquier dolencia y otros muchos lo hacen después para que les expliquemos lo que le han comentado en la consulta”. Sin embargo asumen que no pueden realizar entregas a domicilio porque “se considera algo ilegal, aunque a veces no nos queda más remedio que hacerlo”. Muchos de los enfermos no se pueden desplazar y no tienen nadie a su cargo al residir solos, por tanto “incluso tienen que coger taxis para venir a la farmacia, pero suelen tener la ayuda de familiares o vecinos”. Una cercanía que es muy apreciada por los boticarios, que no conocen su trabajo sin una vocación detrás.
La situación económica de las boticas rurales se resiente
Muchas de las farmacias que prestan sus servicios en el área rural tienen problemas de subsistencia. La falta de clientes obligó al cierre de varios establecimientos, lo que dificulta el acceso a las medicinas por parte de las personas de avanzada edad. Pese a ello, Alba Soutelo, presidenta del Colegio de Médicos de Pontevedra, aseguró que “en el área rural de Vigo no hay ninguna farmacia en situación de viabilidad económica comprometida”, aunque un total de 697 boticas de las más de 22.000 que existen en España se encuentran cerca de su desaparición, la mayoría en el entorno rural.
Su planificación se encuentra regulada por la Ley de Ordenación Farmacéutica, que establece el número de farmacias por número de habitantes. Atendiendo a este dato, “en la ciudad de Vigo hay más farmacias de las que corresponden y en los municipios de su área hay suficientes”. Esto varió hace un par de años cuando, a raíz de la pandemia, jóvenes han decidido instalarse en los entornos más alejados de la ciudad: “Se abrieron farmacias en varios municipios donde había aumentado la población pero ahora no está previsto que se abran más".
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