El recuerdo de aquel septiembre de 1972
Episodios vigueses
"Las movilizaciones obreras se habían iniciado en marzo, pero en tarde del 8 de septiembre de 1972 se produjo una situación extraña en Citroën Hispania de Vigo"
Han pasado 53 años, pero cada vez que llega septiembre se encienden los recuerdos de otro septiembre que sigue vivo en la memoria de muchos, aunque seamos cada vez menos. Han desaparecido casi todos aquellos que lo protagonizaron, pero recordarlos es también un homenaje a su recuerdo y al significado de aquellas luchas laborales que eran al tiempo batallas por la democracia. Como testigo directo de aquellos días, me animo a recordar aquel largo episodio que viví como periodista junto a quienes lo protagonizaron. En su día, Comisiones Obreras rindió homenajes a los periodistas que vivimos y contamos aquellos episodios, y yo mismo fui invitado a un acto de recuerdo, celebrado en el viejo García Barbón en 1980, con algunos viejos líderes, como Waldino Varela, que ya no está con nosotros y el joven Manel, hoy concejal del Ayuntamiento.
Las movilizaciones obreras se habían iniciado en marzo, pero en tarde del 8 de septiembre de 1972 se produjo una situación extraña en Citroën Hispania de Vigo, porque los trabajadores querían una reducción de la jornada laboral para que quedara en 44 horas semanales. Un enlace jurado de la empresa, Isidro Cómez Montes, ya fallecido, mantuvo una discusión con uno de los directivos de la fábrica, y en un momento sacó su carné sindical y dijo “esto no sirve para nada”, y no sé si la partió o la tiró al suelo, pero ese acto que él mismo contó fue el detonante de una serie de hechos. Primero hubo una sanción a Isidro; luego todo el jurado de la empresa se solidarizó con él, ya partir de ahí deriva en huelga en Citroën, la solidaridad se extiende a otras empresas, y nuevos despidos; en definitiva, una bola de nieve que se extendió durante tres semanas.
Luego hubo otras movilizaciones importantes, en 1976, y en 1978 con la crisis de Ascón, que fue mucho más violenta y hasta cerraron los cafés; pero en 1972 hay que ser conscientes de la época de la que estamos hablando. A partir de 1976 se habla de libertad, amnistía, estatuto de autonomía y una serie de cosas en las que ni siquiera se pensaba en ese momento. Fue el gran presagio de la libertad, una huelga revolucionaria, que desmanteló el ya bastante maltrecho sindicato vertical.
En Radio Popular de Vigo, donde yo era entonces redactor, disponíamos de una unidad móvil, llamada por su color el “submarino amarillo”, que cuando íbamos a cierta distancia de la ciudad teníamos que elevar una antena, realmente era una cosa laboriosa. Recuerdo haber narrado en directo una carga policial bestial, realmente la más brutal que he visto en mi vida, en la zona de Balaídos. Cuando hablamos de brutalidad policial tenemos que tener en cuenta el contexto en el que nos desenvolvemos, donde no había propiamente derechos civiles reales, y la policía tenía un poder omnipotente. La compañía de reserva general que enviaron aquí era de Valladolid, la comandaba un capitán de infantería que conocí cuando estaba haciendo el servicio militar en Ourense, y era un hombre absolutamente expeditivo. La primera respuesta fue intimidatoria pero la segunda ya era lo que llamaban efectiva, y la tercera fue disparar balas de verdad, primero al aire y luego a la gente. También hubo disparos en el puerto, pero estos se debieron a la Brigada Político Social.
Una triple amenaza que se cernía sobre nosotros: el Gobierno Civil, la Brigada Político Social y el Ministerio de Información y Turismo, que tenían un servicio de escucha permanente. Pero unas telefonistas comprometidas, CC.OO. disponían de un control de escucha dentro de Telefónica y seguían perfectamente las comunicaciones de la policía.
En ese conflicto enviaron aquí a un mediador, Posada Cacho, que era dirigente del sindicato azucarero nacional. No fue capaz de mediar nada. Nos convocó a los periodistas a una rueda de prensa en el centro de formación profesional del Meixoeiro para darnos un balance: de los casi 21 días que había durado la huelga hubo 130 despidos, de los cuales 51 eran cargos sindicales. Por aquel entonces sólo había un magistrado de Trabajo en Vigo, era Francisco Javier Cebrián Badía. De esos despidos, al final de todo el proceso, 75 fueron de dirigentes sindicales, prácticamente la cúpula de las Comisiones Obreras, confirmados en el Juzgado Central del Trabajo. Hasta el día 17 hubo 66 detenidos, la mayoría de ellos los propios dirigentes, y muchos de ellos pasaron por el Juzgado de Orden Público. El movimiento obrero sufrió y pagó un precio muy alto por aquellas jornadas que debemos recordar con respeto y gratitud.
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