"Lo que más sorprende de la Antártida es que no hay árboles, pero está lleno de vida"
Abel Vidal Yáñez, responsable de motores de la Campaña Antártica del Ejército
El próximo mes de diciembre, coincidiendo con el verano austral, el Ejército de Tierra iniciará una nueva misión en su base Gabriel de Castilla, en la isla Decepción, en la Antártida. Militares y científicos convivirán los próximos tres meses, a 13.000 kilómetros de distancia de España, en uno de los escenarios más inhóspitos de la Tierra. Uno de los participantes es el brigada Abel Vidal Yáñez, militar con amplia experiencia internacional, especializado en automoción y destinado en el Batallón de Zapadores VII (BZ VII) de la Brilat de Pontevedra. Él será uno de los responsables del área de motores de la nueva Campaña Antártica del Ejército de Tierra, la número 36.
¿En qué va a consistir esta nueva misión del Ejército en la Antártida?
La misión está contemplada, sobre todo, para mantener la presencia española en cumplimiento del Tratado Antártico. En nuestro caso, en la base Gabriel de Castilla, estamos como apoyo a los científicos que el Comité Polar ha designado para desarrollar sus proyectos en la base.
Realizaron la preparación de la fase de navegación en O Grove. ¿Se parecen tanto las aguas de las rías gallegas a lo que se van a encontrar en la Antártida?
Lo que es el oleaje y lo que son las playas, pues sí, porque hay mucha diversidad, que es lo que nos ocurre a nosotros en la isla Decepción, dentro de la bahía, en el Puerto Foster. En lo que no se parece es en la temperatura del agua. Hay que reconocer que aquí se puede estar dentro del agua en bañador y allí hace falta un traje de supervivencia, porque a dos grados uno aguanta muy poco tiempo.
¿Cómo se prepara uno para estar tres meses aislado a 13.000 km de su casa?
La parte más complicada es la familia. La ventaja que tenemos es que ya no es como antiguamente, que solo había una conexión telefónica a través de vía radio. Ahora podemos hacer incluso una videoconferencia a través de WhatsApp o de cualquier otra aplicación. La base está cubierta y hay otras zonas donde podríamos enlazar también, con lo cual podemos comunicarnos y ver a la familia a diario. Les cuesta más, posiblemente, a ellos que a nosotros. Nosotros estamos, al final, con otra familia, ya que la relación es tan estrecha que nos convertimos en lo que se llama la ‘familia antártica’.
¿Cómo es el día a día en la base Gabriel de Castilla? La gente se levanta sobre las 8 de la mañana. Desayunamos todos juntos y a partir de ahí comienzan los trabajos. Los científicos que tienen que salir lo hacen con el personal asignado, porque todos los proyectos van con algún militar como acompañamiento, salvo algunos concretos que puedan ir, por ejemplo, a una pingüinera. Al mediodía se para para comer, de nuevo todos juntos, salvo que un proyecto no lo permita. A última hora, a las siete de la tarde, se para, se hace un briefing para el día siguiente; todo el mundo va contando lo que ha hecho y lo que necesita para la siguiente jornada. Y ya llega la cena y el esparcimiento, y los días se van repitiendo, como el día de la marmota.
La isla Decepción es un volcán activo. Alguna investigación se ha aplicado en el volcán de La Palma.
Vulcanólogos, geólogos y otros especialistas aplicaron los conocimientos que se habían adquirido en el seguimiento del volcán en isla Decepción para hacer predicciones en La Palma. En Decepción hay un sistema de semáforo, que llegó a estar en nivel amarillo, pero no pasó nada. Esto significa que la dotación y el personal de la base tienen que estar preparados para salir en el tiempo que se le indique y por las rutas de evacuación establecidas previamente.
¿Cuál es el mayor peligro al que se enfrentan en la Antártida?
Lo más real es el frío. El frío y la humedad. En el momento en que uno se moja, o se cambia de ropa o no hay forma de recuperar el calor. Siempre llevamos equipo estanqueizado con nosotros y todos los movimientos que se hacen en embarcación los hacemos con los trajes de superviviencia, los viking. Después hay que comprobar que la gente, cuando sale, lleva el equipo necesario: varias capas de ropa, guantes de reserva, gorros... Si no se puede ir, se deja para otro día.
En su caso, es la segunda vez que va en misión a la Antártida. ¿Qué le ha enamorado de este continente para volver?
Lo que más sorprende es que sea un volcán y que esté lleno de vida. La primera vez que llegas lo único que ves es la nieve y tierra negra, que es el piroclasto del volcán, pero después lo ves lleno de vida. Vale, no hay ni una hierba, ni un árbol, pero hay animales por todos los lados. Es increíble ver una ladera, al lado de la playa, toda llena de pingüinos, o ver las playas llenas de lobos marinos. Después ves aves de todo tipo. Parece mentira, porque crees que allí no hay nada.
Aunque sorprenda, en la isla Decepción hay turismo.
Normalmente, no queda ni huella de que han pasado. Llama mucho la atención estar trabajando y ver pasar un crucero enorme, lleno de turistas. Es un turismo muy controlado y que también tiene que cumplir sus protocolos, igual que los demás.
Ha pasado del desierto de Afganistán al hielo de la Antártida. ¿Cambia un poco el escenario?
Cambia un poco la temperatura (risas). En el fondo, los dos son un desierto. La situación es totalmente distinta. En Afganistán estaba la tensión de ser un escenario de guerra. En la Antártida está uno en tensión, pero por los peligros propios del lugar; no va a venir nadie a pegar un tiro, entre otras cosas, porque allí no hay armas.
Y el año pasado tuvieron otro peligro, el coronavirus. En Polos no se puede coger la gripe, ¿pero sí se puede coger el covid en la Antártida?
No directamente allí, pero sí hubo gente en alguna base que al pasar desde Argentina o desde Chile sí venía con el covid, con lo cual, de alguna forma, sí llegó a entrar. Se trata por todos los medios de que el covid, o cualquier especie extraña, no entre, ni siquiera un animal. En este caso, este virus llegó a entrar. No hubo problemas mayores, se aisló al personal afectado, en este caso me suena que fue en una base belga o argentina, y no tuvo mayor repercusión, pero eso trastocó todos los planes de movimientos de los científicos.
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