Puente artístico en el mercado

El mercado de arte del Calvario, que cada año ‘vacía’ la plaza de abastos de este barrio vigués para colocar todo tipo de obras artesanales donde los placeros normalmente exhiben el pescado, la carne y la fruta, celebró ayer su edición de Navidad –normalmente tiene lugar también el Día das Letras Galegas–. Cerámica, cuadros, ilustraciones, joyas, fotografías, prendas de ropa… todo ello creado a mano por artistas de los alrededores y a la vista en una de las zonas más transitadas de la ciudad.

Como de costumbre, cada vez que se celebra esta feria artesanal, el barrio de O Calvario responde con creces, incluso si coincide con el puente de la Constitución, como ayer. Desde la apertura de puertas a primera hora de la mañana, la plaza de abastos se llenó hasta la bandera. En determinadas horas del día se hacía incluso complicado caminar por los pasillos.

No en vano, para muchos visitantes era una gran oportunidad de hacerse con un regalo de Navidad original y hecho a mano. Es el caso, por ejemplo, de Ana, que acudía ayer con su hijo Antón por primera vez a este mercado y reconocía estar impresionada por la calidad de los productos que había a la venta: “Algún regalo seguro que cae”, indicaba.

Amenizada en todo momento por ‘DJ Fredo’, desde el puesto de venta de vinilos que tenía en la entrada, la jornada de mercado de arte tuvo otras muchas actividades complementarias como dos pases de la actuación de la obra de títeres “Casting”, un taller de linograbado a cargo de Feliccetta Gualteri, la presentación del libro “Las amigas del espejo” de Alejandro López o el concierto de jazz de Jennifer Taylor Trio.

En la entrada de esta particular convención artística estaba uno de los artistas más irreverentes y creativos de la ciudad, Pedro Sardiña, con una de sus nuevas ideas. A través de un rollo gigante en el que se concatenaban diversos lienzos, vendía obras a gusto del consumidor, esto es, cobrando por centímetro cuadrado. El suyo es sólo uno de las decenas de ejemplos de artistas que ayer exponían sus obras en la más inusual –y efímera– de las galerías de arte de Vigo.