Otras anécdotas e historias del periodismo local de Vigo

Episodios vigueses

En la época de Cunqueiro había en la prensa local un entrañable personaje que, entre otras cosas, hacia entrevistas y crónicas en los transatlánticos que venían a Vigo

Los periodistas de Vigo a comienzos de los años 80.
Los periodistas de Vigo a comienzos de los años 80.

Alguna vez ya he hablado aquí de los interesantes tipos humanos que poblaban las redacciones de los medios de Vigo, tropa humana de la que formé parte durante tres décadas y de la que tantos recuerdos gratos conservo. Una de aquellas historias que más veces he contado tuvo lugar el 23 de febrero de 1981 en la redacción de “Faro de Vigo” en mi última etapa en este medio, donde era responsable del suplemento dominical. Estábamos cada uno a lo suyo en la redacción, escuchando el debate en el parlamento, cuando de repente todos los logotipos comenzaron a sonar. De aquella, estos mecanismos tenían una alarma para avisar de que estaban transmitiendo una noticia importante. Advertimos entonces al auxiliar de redacción de que fuera a ver qué pasaba, porque la radio no nos aclaraba inicialmente el episodio que se estaba desarrollando, y ante nuestra insistencia, el entrañable compañero que tenía la misión de recortar los despachos y llevarlos, según su contenido a la mesa correspondiente, respondió con naturalidad: “¿Qué coño va a pasar, un cortocircuito?”. Y acertaba, pero no en el sentido que él creía, pues no era una avería eléctrica o mecánica, sino otra cosa.

También aquel día, dadas mis relaciones con las fuerzas armadas, me tocó llamar a las distintas unidades y a la ETEA, para saber si se habían unido a la rebelión. No en todas partes me dieron la respuesta correcta. Curiosamente fue Vigo donde se produjo el hecho más sospechoso, pues se había ordenado el acuartelamiento del personal de la Escuela de Transmisiones y Electricidad de la Armada, no se sabía bien en qué dirección y sentido, y era entonces una guarnición numerosa. A los medios sí que se enviaron parejas de la Guardia Civil. En el medio en que yo trabajaba llegaron dos números del benemérito instituto, con quienes yo hablé, aunque ni ellos mismos sabían para qué estaban allí.

En la época de Cunqueiro había en la prensa local un entrañable personaje que, entre otras cosas, hacia entrevistas y crónicas en los transatlánticos que venían a Vigo. En una ocasión, el bueno de Benedicto Conde regresó a la redacción y comentó que el sobrecargo del buque le djera que entre el pasaje venía un chileno llamado Neftalí sin más datos y que era escritor del que se hablaba mucho en el barco porque se decía que era famoso poeta. En realidad, se llamaba Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, o sea Pablo Neruda. Cunqueiro, con su habitual sorna le dijo a Bene: “Sí, home sí, agora todos se dicen poetas..” Pero luego de pensarlo, añadió: “¿Non sería o tipo Neftali Reyes?”. Y era. Bene tuvo que volver al barco para completar el trabajo y desde entonces se dieron instrucciones precisas para investigar la lista de pasaje de los paquebotes que recalaban en Vigo.

Hay una historia que me cuesta creer, pero que se contaba mucho. Había un periodista que no conocía ni para quien existía otro mundo que el Celta y el fútbol en general. En una ocasión lo enviaron a un viaje a Alemania que incluía una visita a Berlín, que incluía visitar el famoso muro, desde la plataforma desde la que en su día el presidente Kennedy en plena guerra fría dijera “Yo soy un berlinés”. El caso fue que este colega, al que la guía de la visita tomó por un humorista español, preguntó seriamente: “¿…Y este muro se hizo de este lado o del otro…?”. Quizás quería decir otra cosa. Algún colega presente que fue testigo de tal ocurrencia confirmó lo dicho y era frecuente citar el caso con irónica broma.

Pero ningún otro personaje como aquel periodista que hacia la crónica de fútbol en verso, y que tenía como leit motiv decir: “Porque no me duelen prendas digo unas cosas tremendas”. Una tarde que no le salía el verso, consultó a Cunqueiro para que le echara una mano y este le dio varios consejos. Por ejemplo, que probara a empezar sus poemas dedicados al Celta con un proverbio e intercalar otros en el texto: “Quien canta, su mal espanta/ y el Celta canta victoria/y la afición bate palmas….”, y cosas parecidas. Medio en serio, medio de coña, también le dijo que insistiera, como ya hacía, empezar con una preposición. Por ejemplo: “Tras la victoria de ayer/ que a tantos hizo felices/desde ahora y a futuro/de los triunfos hablare”. Era conocido como “El hincha Perico”. Luego fue un entusiasta entrevistador que hacía preguntas muy curiosas a cualquier personaje.

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