Mujeres racializadas, sin recursos y obligadas a vivir en la calle

Las tres pertenecen a la etnia gitana y se ven abocadas a la indigencia al no obtener un trabajo y una vivienda digna por culpa del racismo

La mujer en el interior de la chabola, que cuenta con una zona de dormir y otra para comer.
La mujer en el interior de la chabola, que cuenta con una zona de dormir y otra para comer. | Vicente Alonso

Desde hace cuatro meses, una viguesa sobrevive día a día en la calle junto a su pareja y otras dos compañeras. Esta mujer de 31 años se vio relegada a ser una persona sin techo al no encontrar un trabajo en Vigo por “racismo” y, por lo tanto, ser incapaz de pagar el alquiler de una vivienda.

Antes de empezar a vivir en la calle, esta viguesa estuvo trabajando en distintos lugares de España, e incluso en Portugal, como barrendera y formando parte de una empresa de servicio de limpieza a domicilio. Sin embargo, hace poco, decidió regresar a Vigo para asentarse. Sin embargo, se encontró con un muro a la hora buscar un oficio. “Aquí, en Vigo, no me dan trabajo por ser gitana. Siempre he pedido trabajar como una persona normal, como todo el mundo, pero desconfían al ver que soy de etnia gitana”, asegura. 

A este factor se le añade que no recibe ningún tipo de ayuda del Estado, por lo que depende de la caridad de los vecinos de la zona y de alguna asociación. “Hace poco, en Os Ninguéns nos dieron mantas, pero en otros sitios no nos dan nada. También pedí en Cáritas, pero la respuesta siempre es negativa. En el Banco de Alimentos tampoco, dicen que no hay comida”, comenta. También cuenta como dependen del buen tiempo para “buscarse la vida”, es decir, pedir dinero o algo comida en las plazas más concurridas de la ciudad.

Junto a ella está su pareja, un joven portugués de 29 años, y dos mujeres, una de 53 y otra de 28 años. “Él es portugués y también trabajó, tiene contratos previos y ahora finalizó un curso, pero a él tampoco le dan ningún trabajo”, explica.

Su compañera de 53 años, originaria de Madrid, cuenta con una pensión por discapacidad por una enfermedad, un caso de soriasis grave. Sin embargo, con los precios actuales del alquiler y el racismo, nadie les alquila una vivienda. “No nos negamos a pagar. Pero que una habitación cueste 400 euros… también tienes que comer. Además, yo necesitaría pincharme por los brotes de la enfermedad, de la soriasis, pero para eso necesito tener una nevera para guardarla y así, sin ella, la Seguridad Social no me facilita ese medicamento”, comenta la mayor de las tres.

Por otra parte, está la más joven. Esta mujer comenta como con tan solo 12 años sus padres la retiraron del sistema educativo para “intentar casarla” a pesar de que ella quería estudiar. Al final, después de unos años, acabó viviendo en una casa con varias parejas vinculadas a su familia, pero, por problemas de convivencia, decidió irse. “Nunca trabajé y no tenía a dónde ir. Estuve un tiempo en la zona de Vialia hasta que apareció mi compañera y me ofreció vivir con ellos”, relata mientras comenta que le gustaría retomar los estudios para aprender a tatuar, algo a lo que le encataría dedicarse.

Todas coinciden en que este estilo de vida es peligroso y que de noche “se pasa mucho miedo”. “Cuando estaba en Vialia y pedía ayuda muchos hombres me ofrecían dinero a cambio de irme a un hotel y de favores sexuales. Siempre les devolvía el dinero porque quería ayuda, no ‘me ofrecía’. Incluso tuve problemas de acoso, que acabé denunciando”, comenta la más joven.

El último de estos episodios estuvo vinculado con un hombre indigente. “Todos fuimos al hospital y al llegar encontramos a un hombre dentro de la choza con su colchón. Estaba completamente desnudo, tapado con nuestras mantas y masturbándose. Al verlo llamamos a la Policía y desde entonces hacemos turnos para no dejar la chabola sin nadie, porque hasta nos había comido la poca comida que teníamos”, explica la viguesa.

Ahora, las mujeres piden ayuda para encontrar una vivienda y un trabajo. “Ya nos han robado hasta la ropa que teníamos. No tenemos nada, solo lo puesto. La gente piensa que por estar en la calle somos drogadictos o alcohólicos, y no es así. Solo queremos trabajar dignamente y pagar un techo donde resguardarnos”, afirman.

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