Mónica Caramés: "Una niña me dijo que era muy afortunada por ser hija de blancos, allí no tienen nada"

Entrevista

"Mozambique está inmerso en una guerra civil y han sido meses muy difíciles, las cosechas no han ido del todo bien", señala trabajadora en Pescanova y voluntaria en Mozambique

Mónica Caramés, en la escuela con sus alumnos.
Mónica Caramés, en la escuela con sus alumnos.

La viguesa Mónica Caramés cambió de vida y se mudó a Mozambique con su marido hace ya seis años. Funcionaria anteriormente en el Concello de Vigo, ahora trabaja en el departamento de recursos humanos de la sede de Pescanova en Beira, la segunda ciudad más poblada del país africano y a más de mil kilómetros de la capital . Su trabajo le permite compaginarlo con obras sociales, ayudando a los niños de un orfanato en su nutrición y en la educación. Una labor desinteresada que la hace feliz. 

¿Cómo empezó su actividad voluntaria con los más jóvenes en Beira?

Abriendo los ojos, o no cerrarlos cuando veía esa pobreza. Allí la gente vive entre miseria. Ayudo a un orfanato del Cluny, de 80 niños, y algunas familias particulares. Los domingos, mi marido y yo íbamos a comprar pan a un local, y muchos niños nos perseguían. Al principio pensé que estaban mendigando dinero. Pero eso se volvió en una constante, hasta que un día esuché a un niño que lo que me estaba pidiendo era pan. Se lo compré y dejaron todos los juegos que estaban haciendo para comerlo. No hay recursos de nada, los niños juegan con lo que hay. Decidí que los sábados y domingos dar comidas y cenas a un grupo de chicos, porque el problema que tienen allí es el hambre. Y son muy agradecidos, todo les gusta. Empezaron a llamarme tía pudin porque les encanta ese postre. 

Esa pequeña ayuda genera mucha felicidad en ellos. 

Sí, claro. Allí la educación pública es muy mala. Los profesores tienen un ratio de 150 alumnos y no aprenden nada. Entonces, por las tardes doy clases de refuerzo y les pongo un examen al final de curso y en Navidad. A los que vea que aprueban con buena nota o se han esforzado lo suficiente los invito a una pizzería y para ellos es como una fiesta. Son muy agradecidos, todo les gusta. Una vez una niña me dijo que era muy afortunada por ser hija de blancos. Y es verdad, porque allí no tienen nada. 

Por la mañana trabaja en Pescanova, en el departamento de Recursos Humanos y por la tarde realiza obras sociales. ¿De dónde saca la energía?

Se hace bien, porque es lo que realmente me gusta. Además la empresa me facilita un espacio y me ayuda con el transporte. Gracias a colaboraciones vamos sacando el trabajo adelante. Una tienda de informática (WDixital) me cede ordenadores para la enseñanza, Bike Extreme nos dona algunas bicicletas viejas y el Colegio Hogar también se porta muy bien con nosotros. Empezaron dando unos 7 pares de botas de fútbol. Incluso el instituto de Domaio nos cedió unas mesas para que los alumnos estudien. Repartimos ayuda todo el año, también ropa de invierno. Allí es un clima muy cálido, y cuando bajan de 27 grados, ellos notan el frío y necesitan ropa de abrigo. 

¿Cómo está actualmente la situación en Mozambique?

Están inmersos en una guerra civil. Han sido unos meses difíciles y no llegan las noticias a Europa. El 16 de este mes se proclamará un nuevo dirigente y hay un poco de incertidumbre sobre lo que pueda pasar. A Beira no ha llegado tanto, pero en la capital, Maputo, sí que se ha sentido ese conflicto. Hubo algunas muertes y problemas en el entorno del orfanato y la población está muy hambrienta porque las cosechas no han ido lo suficientemente bien. Es triste, no tienen ni para comer y algunos no pueden ir a la capital a abastecerse porque no hay gasolina ni medios de transporte. 

¿Esa situación afecta a la empresa?

En recursos humanos no ha afectado demasiado. Solo a nivel burocrático, va todo mucho más lento. De momento, la empresa está tranquila pero no sabemos lo que va a pasar en el futuro. Apenas tuvimos un par de incidentes en la entrada de la empresa, con quema de neumáticos pero no afectó mucho. 

¿Y el ritmo de trabajo es diferente?

Tengo una jornada continua que me permite hacer esa labor social. Colaboro con el orfanato Lar Siloé, de las Hermanans de San José de Cluny y con los misioneros y misioneras Combonianos. Además, ayudo a un grupo de calle, que son los niños de Lunamar y una familia en particular, la de Julinho. El año pasado firmamos mi marido y yo por tres años más y, de momento, vamos a seguir aquí. Vinimos para cuatro años y ya llevamos seis. 

¿Teme que su labor caiga en saco roto cuando abandone Mozambique?

Yo seguiré ayudando en lo que pueda. Conseguí el compromiso de Pescanova de que se cedan 250 kilos de pescado al mes para esas familias desfavorecidas. Así se cubrirá la primera necesidad, y es que allí se pelean por comer. Si tienes una bici, ya eres un privilegiado, aunque sea vieja. Aún así, todo eso es un parche, no cubre las necesidades. Todo el mundo es gente pobre. Estamos hablando de una ciudad mucho más grande que Vigo y la ayuda llega, pero no es suficiente. Pero si haces feliz a una persona y todo el mundo hiciese lo mismo, tendríamos un mundo mejor.

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