Aquellos millonarios portugueses que animaban los sábado noche del Vigo de los 80
EPISODIOS VIGUESES
Eran otros tiempos, allá por los ochenta, pero muchos recordarán aquellos años. Cada fin de semana cruzaban el puente internacional del Miño desde Portugal una serie de curiosos personajes con destino a Vigo que cabalgaban sobre rutilantes Maserati, Ferrari, BWM, Porsche, Jaguar, Bugatti…Todos coches de alta gama. Dejaban sus mansiones del otro lado y se gastaban aquí el dinero con displicencia y alegría. Eran los mejores clientes de todos los locales de cierto nivel, tanto, que los propietarios de algunas discotecas, pubs y similares les reservaban estacionamientos protegidos para que sus cabalgaduras al amparo de la ratería nocturna. “Entraban en el local, pedían una botella de whisky del bueno. Pagaban las quince mil pesetas reglamentarias de aquel tiempo, se servían dos copas y se iban” relataba alborozado el propietario de un conocido establecimiento, que hoy ya no existe.
Estamos hablando de los siete magníficos, porque eran siete, siete personajes que fueron más conocidos aquí que el banquero Pinto de Magalhaes (a quien la prensa de su país acusaba de ser el financiero de la “rede bombista” de extrema derecha) o los Champalimó o los Espirito Santo. Los dominios de aquellos reyes se extendían sobre las medias, las toallas o los zapatos. Es curioso que aquellos personajes fueran todos dueños de fábricas de ese tipo de artículos, en el Norte del país vecino que les proporcionaban jugosos beneficios. Conocí a alguno de ellos. Eran todos mayores, de 50 o más años, pero venían acompañados de mozas espectaculares, uno de ellos las traía por pares y eso que aparentaba no bajar de 70 años. Era decano de estos visitantes de oro era un viejo millonario que solía traer su Rolls a bordo de su propio yate. Nunca fue visto, dos veces seguidas, con las mismas secretarias, siempre dos, con las que se paseaba por la asombrada noche local. Hablé con él muchas veces y me confesó que le encantaba venir a Vigo. Repartía generosas propinas por doquier. Se alojaban en el Bahía.
Eran la otra cara de las excursiones multitudinarias que siguen viniendo y se instalan en Samil, que es su marca territorial. Entre las excursiones y los millonarios gastadores no existía la transición de una clase media. En aquellos tiempos que siguieron a la revolución de 1974, Vigo fue, entre otras cosas, el paraíso fiscal para alguno de aquellos millonarios, de suerte que alguno de los más importantes bancos nacionales llegó a tener en esta ciudad las mayores cuentas en moneda extranjera de todo el país. Por otro lado, durante los primeros años del nuevo régimen, se trajeron a Vigo toda suerte de bienes por si acaso: muebles, joyas, automóviles de lujo, vajillas de plata y oro, objetos antiguos de lo más variado y valioso, cuadrados y divisas en enormes cantidades cruzaron el Miño para refugiarse en Galicia. Vigo fue capital de la conspiración, sede oficial de la “extrema derecha” que incluso llegó a tributar recibimientos triunfales en el aeropuerto de Peinador al banquero de Salazar, Alfonso Pinto de Magalhaes. De aquella historia sabía mucho uno de los animadores de la noche viguesa, el recientemente fallecido Telmo Domínguez, amigo de Julio Iglesias y de otra buena serie de personajes con quienes aparecía frecuentemente retratado en su local, recalada obligada para cualquier juerguista que se preciara.
Los fines de semana, frente al Hotel Bahía, se alineaban los morros de la rutilante flotilla de los supermillonarios del Miño. Poco a poco, aquellos siete millonarios portugueses y sus secretarias dejaron de ser vistos por aquí. La ciudad había cambiado, se habían cerrado algunos cabarets históricos y los de la movida viguesa de hicieron dueños de la noche. Era otra cosa y otros tiempos. Como periodista en activo en aquellos años, me tocó ser testigo de este fenómeno que pocos recuerdan, pero que dejó sus dineros en los establecimientos de hostelería y de la noche viguesa, que en su gran mayoría ya no existen. Vigo tuvo, en ese sentido, alguno de los cabarets más conocidos y concurridos de Galicia, de regular clientela. Conocí bastante de la leyenda y los personajes de la época dorada, no tanto directamente, sino por algunos colegas mayores de la prensa local que, al salir del trabajo, recalaban inevitablemente en alguno de aquellos reputados, y nunca mejor dicho, establecimientos.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Lo último
Condado/Paradanta
El arte urbano cambia la estética del IES de Salvaterra
Elecciones en Extremadura
Cerca de 900.000 extremeños están llamados a las urnas