Luis Soto, el secretario de Castelao, y los recuerdos que dejó en Vigo

Soto, primero por la derecha en una manifestación.
Soto, primero por la derecha en una manifestación.

A lo largo de mi larga estancia en el ejercicio del periodismo en esta ciudad tuve la suerte de conocer a los más diversos personajes en todos los ámbitos de la vida social, laboral, política, cultural e histórica. Ser persona ordenada y dedicar tiempo y espacio a mi propio archivo, con la perspectiva del tiempo, te permite recuperar episodios diversos como en este caso. Hacía tiempo que yo quería hablarles de Luis Soto, secretario que fue de Castelao, que en los años iniciales de la transición desarrolló una activa presencia en los foros intelectuales y políticos de Vigo. Lo conocí gracias a Xosé‚ González "Pepiño", entonces uno de los dirigentes de la UPG, cuando no se habían producido aquellas convulsiones internas, los expedientes, expulsiones, el llamado "levantamiento de coroneles" y demás cosas similares. A Soto se le reconocía sobre todo por haber sido secretario de Castelao y la capacidad con la que había sabido compaginar su militancia comunista con el nacionalismo, lo que lo hacía persona especialmente interesante por su trayectoria y relaciones.

Aportó a la izquierda nacionalista gallega una enorme experiencia y espíritu de lucha y, sobre todo, cierta continuidad. Era ameno conversador y un fiel amigo, que contó y contó la vida y los milagros de los exiliados españoles en México, principalmente. La mayor parte de esa memoria está contenida en su libro "Castelao, la UPG y otras memorias", editado por Xerais. Una de las cosas que más me asombró de él fue que su relato personal en la experiencia vivida y hablada. Poco tenía que ver con el discurso escrito, más panfletario y lleno de lugares comunes de otros. Luego regresó a México, donde falleció, pero en Vigo se lo recuerda mucho por su presencia en aquellos años.

Pasé horas hablando de su experiencia como docente. Soto fue más que un intelectual aislado propiamente dicho, un hombre esencialmente letrado. Con profunda capacidad creativa e inquietud intelectual, trabajó por la causa republicana junto a Castelao y otros exiliados. Fue uno de los primeros militantes comunistas de clara orientación nacionalista, que, por el contrario, muchos de sus correligionarios criticaron abiertamente. Fue expulsado del juego dos veces y reingresado otras tantas, hasta su salida definitiva. Soto no permitió que el PCE ejerciera la presión y el control que pretendía sobre el Padroado da Cultura Galega. Mientras sus compañeros desconfiaban de él, Castelao lo llevó consigo en una gira de propaganda republicana.

Después de haber participado en la creación de la UPG, aún tenía activos políticos para incorporarse a un grupo de disidentes y formar el Partido del Proletariado de Galicia (O.L.N.), Organización de Liberación Nacional, también llamada UPG Liga Proletaria, en una de las crisis más severas que había atravesado aquella formación. Disponía como todo activista de una enorme capacidad para crear, participar, dirigir o impulsar empresas periodísticas. Se había estrenado en África en "Voz de Tetuán". Dedicó mucho tiempo al estudio de la cuestión nacional (empezando por el famoso panfleto de Stalin, tan popular en la UPG de la época, documento del que se hicieron numerosas copias a modo de catecismo púrpura, aunque nunca llegó a llevarse a cabo). Se decía que Soto fue una de las causas que influyeron en la buena relación de Castelao con los comunistas.

Hombre de diálogo abierto con todos, en una de esas ocasiones, Amaro del Rosal, que había sido secretario de UGT, le preguntaba cuál era el posible problema nacional de un país (Galicia) que se puede recoger en bicicleta en un día (que ya es mucho correr), a lo que Luis Soto replicó: "en bici además de poder venir desde Siberia a Fisterra". Sostenía que mientras vivió José Díaz, los comunistas cercanos al nacionalismo no tuvieron excesivos problemas de compaginación, pero después de su muerte las cosas cambiaron. La ya enorme losa de la burocracia estalinista cayó sobre la vida del partido, impidiendo el trabajo de los comités que trabajaban en el exterior. Sus posiciones políticas ya en los últimos días de su vida, hicieron que Soto hubiera sido ignorado, cuando no atacado de plano, por los sectores más oficialistas del nacionalismo radical. Prefería estar con viejos amigos, como Méndez Ferrán y otros supervivientes del grupo Brais Pinto. En los últimos años de su vida, pasó largas temporadas en Vigo, donde su presencia era habitual en actos políticos y culturales. Entonces, un buen rato de conversación fue una oportunidad memorable para aprender algo más sobre nuestra historia reciente de la mano de un hombre que la había vivido.

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