Lírica fotográfica de Manuel Vilariño
vigo
“Seda de cabalo”, la exposición antológica con motivo del Premio Nacional 2007, cierra en el Marco su itinerancia con cuatro series fundamentales: animales, paisaje, naturaleza muerta y fugacidad del tiempo
nnn “Cada exposición fue diferente, la del Marco creo que es la mejor”. Fernando Castro Flórez, comisario de la exposición “Seda de cabalo”, que recorre cuatro décadas en la trayectoria artística del artista coruñés Manuel Vilariño, producida por la Subdelegación General de Museos Estatales del Ministerio de Cultura. La muestra, que se montó con motivo de la concesión del Premio Nacional de Fotografía 2007, finaliza en Vigo su itinerancia de años por toda España. Castro reconoce que su objetivo no fue llenar el espacio, sino “favorecer la contemplación serena”, produciendo un montaje, donde los vacios tienen su importancia.
Así, el comisario explica que “sin ser retrospectiva quería mostrar sus mejores piezas, porque es la despedida y porque es su vuelta a Galicia, aquí está lo mejor, lo esencial de Vilariño, un gran artista y un gran poeta”. Como novedad, el montaje del Marco incluye los haikos, pequeños poemas surgidos durante el confinamiento (“Noche de anfibios/ se oye el átono canto/de la nostalgia”).
Las piezas fundamentales son la serie de “Bestias involuntarias”, imágenes en blanco y negro donde vincula cada animal a una herramienta. El recorrido lleva a la primera sala, donde reina el blanco y negro. Pasa delante de la fotografía “Abada” (rinoceronte en suajili), donde el artista recuerda que compartió 72 horas con el animal en el zoológico de Frankfurt hasta lograr la imagen. El primer espacio, dominado por sus célebres polípticos “Los pájaros, Cabezas/sueños”, toda obra de los 80 y los 90.
Comparten sala las creaciones más recientes con paisajes de montañas, costas o bosques: “Lejano interior” o “Montaña negra”.
En contraposición, la segunda sala está inundada de color, donde la principal pieza es “Paraíso fragmentado”, quince imágenes de animales muertos, inertes en altares cromáticos. Esta pieza representó a España en la bienal de Venecia. Ya a las puertas del siglo XXI pertenecen los bodegones de naturaleza muerta con la presencia de velas como “Crucifixión de los siete cielos” y “Cruz de luz borrada”.
“Vilariño es un artista clásico, pese a ser contemporáneo, es ajeno a las modas, a las cuestiones políticas o a los selfies, en sus fotografías no hay personas”, apunta el comisario, para quien el estado de alarma y la crisis del coronavirus aportó una nueva dimensión a la muestra: “Aborda lo efímero del tiempo, pero también el duelo y la cuestión del luto, ahora la interpretación de las fotografías ha cambiado hasta para el propio artista”.
Acantilados, las favoritas
“Vengo de las tierras del norte, nací mirando al océano y me recreo en las historias de mis ancestros en las sierras y en las ‘fragas’, en esta temática conformo mi visión”, afirmó Manuel Vilariño, quien acudió a la exposición en Vigo.
Afirmó que los ejes fundamentales de su forma de trabajar son “el silencio y la escucha para agradecer el asombro de lo inesperado”. Apuntó que el claro del bosque fue su estudio “porque aporta la luz de donde habita el mundo”. Pero ahora se trasladó a los acantilados, por ello la obra más especial de la exposición es “Al despertar” con la luz que le obsesiona, el gris crepuscular. “Esta es la visión de un fotógrafo-poeta”, afirmó.
Habrá visitas guiadas de la muestra todos los días a las 18 horas. Además se organizarán actividades escolares. Permanecerá hasta el 10 de enero, cuenta con el catálogo en la biblioteca.n
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