Aquel lejano tiempo de homenajes a Cunqueiro
Episodios vigueses
Se conserva un valioso material gráfico e histórico de aquellos lejanos tiempos, desde que la Asociación de la Prensa de Vigo fuera fundada en 1909
En un tiempo lejano, la Asociación de la Prensa de Vigo era una de las entidades más activas en cuanto a actividades culturales, conferencias, homenajes y todo tipo de eventos, entre ellos el acuerdo con el Mercantil, en comandita con el cual se celebraba todo tipo de ciclos culturales. En 1994, siendo su presidente José María García Picher se recuperó aquel convenio, en mi etapa (1992-2010) como presidente. Pero en nuestros archivos., hoy depositados en los de la Diputación de Pontevedra, se conserva un valioso material gráfico e histórico de aquellos lejanos tiempos, desde que la Asociación fuera fundada en 1909. Celebramos su centenario con un magnifico y hoy cotizado libro y un ciclo de conferencia en el Centro Cultural de la todavía entones Caixanova.
En repetidas ocasiones, la Asociación enmarcó diversas reuniones culturales y homenajes en torno a Cunqueiro, como el que ilustra la foto que insertamos con Cunqueiro, Castroviejo, Paz-Andrade, Bene, Fernández del Riego, Tourón y otros. Tuve la suerte de asistir, ya en su etapa final a alguno de estos actos y sobre todo recuerdo los discursos. Eran auténticas, variadas, completas y hermosas piezas literaria, lamentablemente perdidas. Porque solían ser intervenciones espontáneas, no escritas, en las que aquellos personajes irrepetibles exhibían su cultural y su capacidad para el manejo del idioma. He escrito los conceptos que recuerdo de alguna de aquellas ocasiones.
En este espacio ya he evocado aquellas asambleas generales de la Asociación de la Prensa de Vigo en su magnífica sede de la calle marqués de Valladares, cuando luego de solventar los asuntos que nos convocaban, la reunión devenía en agradable tertulia, alrededor de Alvaro Cunqueiro y José María Castroviejo, como ejes principales, mientras nuestro servicio de bar escanciaba generosamente tinto de Barrantes o Albariño de confianza, ad libitum. Eran los últimos años setenta. Un día, Cunqueiro, recordando episodios de su vida de escritor y periodista, nos recomendó a los entonces imberbes que siguiéramos el consejo de Voltaire: “Nunca respondas a la injuria de un imbécil”. Quería decir que nunca se debe dar ocasión de batir su acero dialéctico contigo al personaje que te provoca o que aprovecha cualquier ocasión para pretender que se le otorgue alguna respuesta a sus inútiles pretensiones. Aprendí a completar aquella máxima volteriana en un Tratado de Armas Blancas del Renacimiento, donde se advierte que “caballero no ha de cruzar jamás su espada con la daga de rufián”. O, dicho de otro modo, que determinadas armas, en este caso de la inteligencia, no deben malgastarse y medirse con las de quienes usan la daga bajera emponzoñada, el arma rastrera del gratuito ataque “ad hominen”. Para entendernos, la daga bajera era ese puñal que el malo de las películas de espadachines se seca del cinto para acometer al bueno de un bajonazo, cuando se ve apurado.
Y si este nivel de oración se exhibía en una asamblea ordinaria de la Asociación, se puede imaginar cuando se trataba de una conferencia o un acto cultural de mayor nivel. Álvaro Cunqueiro. Aparte de todo esto, como corresponsal en Galicia de Sábado Gráfico, de Eugenio Suárez, que tenía a Cunqueiro entre sus colaboradores principales, solía visitarlo en su casa de Marqués de Valladares, en Vigo, con alguna misión o encargo, aquel lugar que siempre olía a manzanas recién cortadas. Recuerdo que siempre te ofrecía algo con elegancia y antes de responder a las preguntas o al mensaje del que era portador. Comentando las cosas de este mudo, Álvaro Cunqueiro repetía los versos de Kavafis del que era especial admirador y a lo que citaba con frecuencia, sobre la venida de los bárbaros. ¡¿Qué diría hoy de nuestros tiempos?!
Ya he contado que, aunque no tuve la suerte de otros compañeros de trabajar en el Faro de Vigo en el tiempo en que lo dirigía, su presencia, las referencias de esa época, impregnaron constantemente la vida local. No podría imaginar que cuándo muriera, me encargaran que escribiera la nota evocadora de la presencia de Cunqueiro en el centro en un acto de la Asociación de la Prensa al final de la primera edición de "Faro", en gallego, con la emoción y la urgencia con que se requiere hacer estas cosas. Pero ahí está. Guardo como tesoros algunos artículos del autor de "Merlín y familia" de aquellos tiempos. Aunque no estuviera en los fastos, la crónica de Álvaro Cunqueiro es uno de los más bellos relatos descriptivos del postín y prodigalidad de la familia, en los tiempos dorados de la decadente monarquía del Irán. En aquellas visitas, me gustaba especialmente llevar la conversación hacia mi ciudad natal, Lugo, sabedor de los recuerdos y emociones que él guardaba de la misma, como dejó escrito, por haber pasado allí su adolescencia.
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