Laura Carrizo: “Las máquinas derribaron mi vida”

Conflictos urbanísticos

Una de las expropiadas del Chouzo, sigue trabajando con 69 años; “No pude jubilarme”, señala

A.J.P/ R.C.

Publicado: 06 feb 2023 - 01:54 Actualizado: 06 feb 2023 - 02:04

Laura Carrizo, en su puesto que regenta en el Mercado de As Travesas.
Laura Carrizo, en su puesto que regenta en el Mercado de As Travesas.

Desde que tiraron su casa en camiño do Chouzo en 2018, Laura Carrizo no ha vuelto a pasar por allí, “soy incapaz”, lamenta. Esta viguesa de 69 años fue una de las afectadas por las expropiaciones para la fallida Cidade da Xustiza en el entorno de la calle Lalín. Todavía hoy no puede contener la rabia al ver que finalmente el proyecto por el que “derribaron toda mi vida” no se levantó en el lugar proyectado. “Todo este calvario que nos hicieron pasar, ¿para qué?”, lamenta.

Asegura que la pérdida de su vivienda, “en la que fallecieron los abuelos, residieron mis padres, en la que pasé más de 50 años y que era un punto de encuentro de la familia, no solo me ha afectado mucho psicológicamente". Explica que “mi sueño era jubilarme y disfrutar de mis nietos, pero con la expropiación tuve que irme, comprar un piso y asumir nuevos gastos que me impiden dejar de trabajar”. Así, con 69 años, sigue atendiendo en su puesto de pescado en el mercado de As Travesas. Aquella casita que su familia había mimado y reformado ya no existe y al recordarlo muestra un eccema en las manos “del puro estrés”.

La casa familiar había sido reformada cuando fue objeto de expropiación. “Yo vivía en la parte de arriba, se había invertido en toda la vivienda, le habíamos instalado un cenador, tenía su terreno… pero los que vinieron a tasarla no tuvieron en cuenta ninguna reforma y les pasó a la mayoría". Después de años esperando, “llegué a estar de okupa en mi propia casa mientras llegaba el derribo”, Laura tuvo que buscar un piso, “no era posible encontrar una casa en esta zona, cerca de mis hijos". Lo peor, cuenta, es que “varias de las personas afectadas eran mayores y ya han fallecido”. Relata que “prácticamente todas las casas eran de familiares excepto algunas alquiladas y fue algo terrible para todos. Va más allá de que tiren una simple casa, es que se llevan todos tus recuerdos y experiencias”.

Aunque se trasladó a vivir no muy lejos de lo que siempre fue su casa, “cada vez que paseo cerca, doy la vuelta”. Para Laura es especialmente duro volver a revivir el momento en el que se enteró de que iban a demoler la vivienda. “Estuvimos mucho tiempo sin que nos informaran, fue una pesadilla”, lamenta y, aunque no ha vuelto a acercarse por allí, sabe que el terreno lleva desde hace cinco años convertido en un aparcamiento improvisado para vehículos, algo que incrementa su dolor.

“La expropiación me dejó un ictus y tener que dormir con la radio”

Manuel Sotelino, delante de su actual casa, en Chapela.
Manuel Sotelino, delante de su actual casa, en Chapela.

La expropiación por el trazado del AVE en Teis fue un proceso traumático para los vecinos que ya no quieren recordar. “Esta entrevista la concedo como punto final a aquella etapa”, señala Manuel Sotelino, quien, en aquel entonces, sobre el año 2008, ejercía de portavoz de los afectados. Afincado hoy en Chapela, este trabajador de la automoción, de 55 años de edad, sufrió en 2019 un ictus que él achaca a la tensión vivida. “Tuve que aprender a caminar de nuevo, a hablar de nuevo. Tengo problemas de memoria. Ya me lo habían advertido los negociadores: esto siempre pasa factura”.

No fue el único; su propia madre sufrió otro ictus cuatro años después de la expropiación, algunos afectados no vivieron lo suficiente para saber si sus casas seguirían siendo de su propiedad y, en otras familias, los matrimonios terminaron separándose. ¿Y qué quedó de todo aquello para él? “Yo, hipotecado de por vida, viviendo en otro sitio, sacando a mis hijos de los colegios donde tenían sus amistades. Todo un pueblo desperdigado, para estar ahora todo tirado, lleno de maleza y de okupas”, resume.

En su caso, recibió una orden para desalojar en un plazo de 15 días y le ingresaron el 10% de la indemnización que, afirma, se la fijaron muy por debajo de la tasación real de su casa, cuando él solicitaba el valor de reposición (una propiedad en otro lugar). En estas circunstancias, se lanzó a comprar otra casa con un crédito, esperando al resto de la indemnización que nunca llegó porque se cambió el trazado del AVE. “Al no necesitar los terrenos, Fomento me reclamó aquel dinero más los intereses, que yo no podía devolver porque ya me había hipotecado. La Justicia me dio la razón y me concedió unos 2.000 euros más de indemnización. Podía haber seguido recurriendo, pero no podía afrontarlo económicamente”, señala.

Ya no ha vuelto a su antigua vivienda. “Te duele pasar por la casa donde te criaste, donde nacieron tus hijos, donde dejaste tu esfuerzo, y verla llena de silvas y de okupas”, confiesa.

De los políticos no guarda buen recuerdo, afirma que los negociadores le amenazaron y que intentaron enfrentarlo con el resto de afectados. “El recuerdo que me quedó de la expropiación es el ictus y tener que dormir con la radio puesta, con algo de ruido para no darle vueltas a la cabeza”, concluye.

Contenido patrocinado

stats