Historia y leyenda del 'Cañón de la Guía'

EPISODIOS VIGUESES

El Cañón de la Guía.
El Cañón de la Guía.

Hay historias y leyendas urbanas que, sin ser ciertas o serlo del todo, merecerían haberlo sido. Pero en la que hoy nos ocupa, hay de todo un poco. Todavía viven muchos vigueses que habrán llevado alguna vez a la novia o a una amiga a enseñarles la batería de costa de La Guía. Hablamos de un viejo cañón de costa, modelo Vickers de 152,4/50mm, que era una de las baterías que defendía la ría de Vigo. Pero lo interesante de la historia es que el famoso cañón era un reclamo romántico para que las parejas, a falta de sitio mejor, pudieran solazarse al amparo del lugar y con unas vistas panorámicas. Las visitas a este lugar solían producirse al atardecer, si bien el recato, salvo en contados casos, no admitía las visitas nocturnas; es un decir.

Llevar a una moza a ver “El cañón de la Guía” estuvo de moda en los años cincuenta y sesenta, y el reclamo tenía tantas fuerzas, que hasta cuando la pieza famosa fue retirada, pervivió en la memoria y el recuerdo, de modo que, aunque no estaba ya el cañón su sombra pervivió hasta casi nuestros días. Y es que los enamorados podían decirse, “aquí estuvo el cañón”.

En otros lugares de España, como en el Montjuic de Barcelona, todavía se conservaban –y espero que sigan allí- las baterías gemelas y otras como el cañón de la Guía. Como allí no había francamente mucho que hacer, el destino en aquel punto para los artilleros era como un cómodo veraneo. Las dotaciones rotaban y rara vez se disparaba al cañón, en ocasiones en salva. Pero en otro tiempo, esta batería servía para devolver los saludos al cañón a los barcos de guerra de otros países que con frecuencia entraban en la ría de Vigo, en la que se seguía la costumbre y el uso del protocolo naval con exquisita cortesía.

Me contaba un viejo oficial de Artillería que, dado el emplazamiento de la pieza, si en el Ayuntamiento se hubieran interesado por el asunto, el viejo cañón seguiría allí como elemento del paisaje, lo cual obviamente exigía un proceso de cuidado y conservación para que no se lo comiera el óxido como ha pasado en otros casos. En un principio, cuando se retiró la posición, los edificios y servicios de la misma se conservaron más o menos hasta que la desidia y el abandono se apoderaron de ellos y no precisamente los “okupas” que de aquella no había, aunque ya había gamberros.

En alguna ocasión recuerdo vagamente haber oído contar que existió cierto interés por este punto en las instancias municipales e incluso se llegó a contar que algunos artilleros de Redondela y Pontevedra, donde existían y no sé si perviven, hermandades de veteranos del arma, por recuperar el cañón de la Guía y que fuera recolocada allí una pieza como la que históricamente estuvo allí emplazada. Lo que sí que es cierto, es que la leyenda de aquel famoso cañón pervivió en el recuerdo personal de no pocos vigueses de los que cada vez quedan menos, si bien todavía me fue posible de escucharles contar historias de aquel romántico lugar, creo que francamente mejoradas por el evocador vapor de la memoria de la juventud que hacía más sublime vivencia.

Hace mucho tiempo que yo no he pasado por allí, y todavía recuerdo, miren si hablo de tiempos pasados, la base del emplazamiento de la batería, con una especie de guías o carriles para el giro del cañón, cuyo fuego debería cruzarse con las baterías de Cabo Silleiro, donde emergen los esqueletos de los cañones cuyas instalaciones, estas sí, han sido arrasadas por toda suerte de personas marginales que convirtieron las instalaciones en un gran parque temático de todo tipo de drogas y sucedáneos a escala industrial.

Quedémonos nosotros con el recuerdo del cañón de la Guía, asentadero del amor, apostarero para parejas y amantes que hallaron allí cobijo para sus pasiones. Dentro de un orden, claro.

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