'La Fuerza del Destino', un paso más allá de Mecano

Tres cantantes, cinco músicos y diez bailarines ofrecieron una actuación atípica y de calidad, pese a la mala acústica del Auditorio, que una vez más elevó en exceso el sonido instrumental y acopló las voces.

La presencia del sentido del humor desde antes de comenzar el show se ganó al público. Aún con las luces encendidas, por megafonía daban las conocidas indicaciones previas y añadiendo prohibiciones como no cantar o no levantarse a bailar 'a menos que sea más alto que el de atrás'. La platea hizo caso y acabó ovacionando.

En un escenario sobrio, tan sólo con una simple plataforma de madera para los músicos, y algún mueble puntual, Mapi Molina (cantante y directora artística) entró en escena. Encontró una entrada del concierto, encendió la televisión y en una gran pantalla se proyectaron fotos de la trayectoria del grupo y de su último concierto en 1992. Tras varios minutos comenzó el concierto: 'No hay marcha en Nueva York', 'No es serio este cementerio', 'Mujer contra mujer' o 'Hijo de la Luna'. Destacaron algunas adaptaciones como 'Una rosa es una rosa' con la recreación de un tablao flamenco.

Fue un espectáculo atípico por detalles curiosos como la disposición del escenario: a media luz, con las cortinas laterales corridas dejando ver el backstage o el excesivo protagonismo del cámara de la compañía. Provocado o accidental, consiguió involucrar al espectador como un cómplice más del show.

Como anécdota, la inclusión en el repertorio de 'No controles' de Olé Olé. Y el mejor, Edu, el bailarín de más de dos metros con varios kilos de más, que sorprendió a todos.