Explorar y conocer cada milla de la ría viguesa
Seguridad marítima en Vigo
Para desempeñar su labor, los prácticos deben conocer al dedillo las particularidades del mar y tener buena forma física
La labor de un práctico les obliga a estudiar y conocer la Ría de Vigo. Saber cada milla, cada particularidad de ella y cómo moverse. Porque hay ciertos códigos para transitar por el agua, normas de obligado cumplimiento que evitan colisiones y problemas. Y mucho control por parte del Puerto. Solo así la navegación es 100% responsable.
Los prácticos se preparan para una salida, a bordo de su mayor embarcación, ataviados con un chaleco de seguridad que se infla al contacto con el agua y con una pequeña hebilla para facilitar un posible rescate en helicóptero. Primero, deben revisar la escalera de un portacontenedor que ya se encuentra atracado en Vigo. El capitán, Gerardo Martínez, testea una vez que se acerca al buque como mejor se hace: subiendo por ella. “Es lo primero que se ve cuando accedes a un barco, pero hay algunas veces que te la encuentras en mal estado y te niegas a subir por ahí”, indicó, también a raíz de malas experiencias. “Una vez caí por romperse una y casi me mato”, confesó. Por tanto, si ven ya esa deficiencia, aunque sea muy mínima, la recomendación instantánea es cambiarla. “Si no lo hacen, nosotros nos negamos a subir. Tienen que hacerlo”, apuntó Martínez.
Misión sencilla. Todo bien. Ahora, deben recoger a dos compañeros que han ayudado a atracar a una embarcación mediana en el puerto de A Guía. Enrique a los mandos, Gerardo de acompañante y la virgen del Carmen con ellos en la lancha. Son monitorizados en todo momento a través de un pequeño radar que va marcando su trayectoria, sin movimientos bruscos. “Se suele hacer todo recto, sin sobresaltos y siguiendo una línea ya conocida”, señaló Martínez. A la altura de Teis, la velocidad baja. Es la manera de no alterar el ecosistema que allí se encuentra levantando más oleaje de lo debido. Allí conviven no solo los barcos, sino también las bateas, y un oleaje fuera de lo normal podría alterar su funcionamiento. De repente, una pequeña ola zarandea el barco, realizado por otra embarcación que transcurre en sentido contrario. “Esto no es nada. Cuando está picado el mar, es cinco veces peor que esta”, señala el capitán. No apto para tripulantes con fobia al mar.
La lancha maniobra para la segunda misión. Allí, Rubén y Antía ya están preparados para desembarcar tras ‘ser parte’ de otra tripulación y ayudar a la embarcación a atracar con seguridad. “Ha sido sencillo” aseguró Rubén. Antía, en prácticas, estuvo desempeñando labores de practicaje en Corrubedo y ahora busca asentarse en Vigo. “Reconozco que es llamativo que una mujer haga este trabajo”, confesó.
Gerardo, Rubén, Antía o Enrique tienen que mantenerse en forma. Es condición indispensable para aguantar los esfuerzos que tienen que realizar, como subir una escalera a pulso (pueden llegar a ser de 7 metros, dependiendo del tamaño del buque). Además, la formación es extensa. Primero, es necesario conseguir una formación universitaria en el ámbito de la marina mercante. Luego, pasar dos años enrolados en un barco, sin necesidad de ser de forma consecutiva. Tras ello, aprobar unas oposiciones y encontrar destino. Aunque no acaba ahí: “Tenemos que evolucionar con los tiempos y tener conocimiento pleno de la Ría. Me la conozco de arriba abajo”, señaló Martínez. Pero no todo es trabajo. Las instalaciones de Vigo cuentan con una pequeña sala de descanso, zona de trabajo y unas pequeñas habitaciones para que los prácticos de guardia recuperen energías.
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