Corales y alfombra en la Porta do Sol para cerrar la jornada
Personas de todas las generaciones, desde niños pequeños a una mujer de 99 años, participaron en la marcha que concluyó tras más de tres horas horas de recorrido
Dicen los devotos que al Cristo le gusta salir el primer domingo de agosto, por eso nunca llegó a suspenderse desde que se estableció esta fecha, en 1883, salvo los dos años de la pandemia. Ayer pareció querer reafirmar su compromiso con la ciudad, ya que el termómetro llegó a marcar los 30 grados de temperatura. Así no fue extraño ver algún desmayo, rápidamente atendido por la organización, como le ocurrió a una mujer justo al lado de la alfombra de flores que, de madrugada, prepararon los alfombristas de Ponteareas y que ocupó 70 metros cuadrados en la Porta do Sol.
El día grande del Cristo da Vitoria se abría a las 11 de la mañana con la misa solemne presidida por el obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro, a la que acudieron las autoridades de la ciudad. Por la tarde llegaría la procesión, que va metida en el ADN de los vigueses, que se transmite de generación en generación, como destacaba Carmen García Docampo, que a sus 99 años volvió a rendir culto al Cristo. “Vengo desde que tengo 5 años, por tradición y también con mucha fe. Hablo por mí, ellos ya son mayores para decidir”, señalaba divertida, refiriéndose a su hijo y a sus nietos que la acompañaban.
Familias enteras, desde niños a grandes, pero también grupos de amigos... Como Bea, Elva y Chelo, que llegaban con sus mantillas de cofrades y su medalla del Cristo, que cambió de diseño este año.
Después de tres horas, la procesión llegaba a la Porta do Sol, donde actuaron las corales de Acopovi. La imagen, de nuevo entre multitudes. El obispo Luis Quiteiro, para finalizar el acto, pidió por una Iglesia “cercana” a todos, renovadora en la línea del mensaje dejado por el Papa Francisco estos días en Lisboa.
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