El Congreso de Perú condecora a un párroco vigués por su labor misionera

Guillermo Areán fundó en la ciudad de Chiclayo la primera Aldea Infantil hace 25 años

Con 29 años, el sacerdote vigués Guillermo Areán tomó una de las decisiones más importantes de su vida, convertirse en misionero y trasladarse a Perú. Asegura que jamás se arrepintió de haber dado aquel paso. Durante sus 25 años de estancia en Perú realizó multitud de labores humanitarias en favor de la comunidad, entre ellas la puesta en marcha de la primera aldea infantil. Ahora, ya establecido en Vigo desde el 92, el Congreso de Perú le ha concedido la medalla de Honor.

A. J. P.

Publicado: 16 mar 2008 - 16:14 Actualizado: 10 feb 2014 - 12:30

Guillermo Areán, en imagen, en el momento de de ser condecorado por el congresista, Franco Carpio Guerrero.
Guillermo Areán, en imagen, en el momento de de ser condecorado por el congresista, Franco Carpio Guerrero.

El pasado 1 de marzo, el párroco de San Martín de Coia, Guillermo Areán, volvió a viajar a Perú, donde estuvo 28 años como misionero. Esta vez, lo hacía para recibir la medalla de Honor en grado de Comendador del Congreso de la República por ‘los importantes y valiosos servicios prestados a la niñez y la comunidad nacional’. Entre esos servicios, destaca la puerta en marcha de la primera aldea infantil ‘Madre del Amor Hermoso’ en Chiclayo.

Sin duda, al párroco vigués le costará olvidarse de ese día, del que recuerda que ‘me puse muy colorado’. El reconocimiento le ha llegado 16 años después de su vuelta a casa, a Vigo. Asegura que jamás se arrepintió de convertirse en misionero ni siquiera cuando llegó a Perú. ‘La gente de allí era muy pobre pero muy rica de espíritu y corazón y eso me animó más si cabe a trabajar por ellos’, explica. Incluso, este párroco sufrió durante un par de años una alergia asmática debido al estrés y a la nueva situación a la que se enfrentaba.

Desde que llegó a Chiclayo, una de las ciudades más importantes del Perú, no paró de hacer cosas. ‘Parecía que los días tenían 28 horas’, comenta. Además de sus labores de sacerdote y misionero colaboraba en distintos medios de comunicación. Sin embargo, su mayor logro llegó unos años después, cuando consiguió poner en marcha la aldea infantil para un centenar de niños y que ya está por la segunda generación. ‘Fue cuando Sendero Luminoso tenía una gran actividad terrorista. Entonces bajaban a la costa decenas de niños que se habían quedado huérfanos’.

Un cara a cara con Gmeiner

Un día, tras ver la situación de los niños huérfanos leyó en una revista la iniciativa del austríaco Herman Gmeiner, fundador de Aldeas Infantiles SOS y entonces fue cuando se le ocurrió trasladar el proyecto a Chiclayo. ‘Al año, solía hacer varios viajes a España y en aquella ocasión en lugar de volver a Vigo me fui directamente a Austria para hablar con Gmainer. Conseguí una entrevista con él, quien me remitió a Munich. Yo sólo llevaba un terreno de cuatro hectáreas que nos cedían gratis y la intención de construir como mucho tres casas porque no había dinero para más. Pero me fui de allí con dos cheques para levantar ocho casas primero y otras cinco después’, cuenta con satisfacción Areán.

A partir de ahí, se dio inicio a una gran labor que en la actualidad ha ido creciendo a lo largo del país y que continúa con residencias juveniles donde los pequeños sin hogar pueden recibir una educación tras cumplir los 18 años y antes de logran independizarse. Así, más de un centenar de huérfanos viven en un ambiente familiar y otros tantos jóvenes han conseguido ya emanciparse. Según el párroco vigués, ‘las ‘mamás ficticias’ arropan y quieren a esos niños como si fueran sus propios hijos’.

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