METEOROLOGÍA
Una masa de aire frío y nevadas reciben el invierno
El músico Carlos Núñez (Vigo, 1971) no vuelve a casa estos días por Navidad porque, como él mismo señala, sigue viviendo en Vigo, aunque menos de lo que le gustaría. El resto del tiempo, lo pasa viajando por hoteles de todo el mundo. Este lunes y martes estará en el teatro García Barbón a las 20,30 para conmemorar los 30 años de “Irmandade das Estrelas”, un disco rotundo que sigue sonando hoy tan bien como ayer. Algunos de sus temas son clásicos en el repertorio como “Negra Sombra”, “Lela”, o Cantigueiras, canciones que incluso son versionadas por artistas de todos los géneros.
¿En Vigo de paso?
En Vigo es donde vivo, aunque estoy menos de lo que me gustaría. Tengo que admitir que cada vez disfruto más estar en casa.
30 años no es nada…
La verdad es que todo ha cambiado aunque sigo aprendiendo todos los días: trabajar con las emociones, conseguir que la máquina del cuerpo te responda y crear y generar música, eso es lo mismo, pero en 30 años hemos vivido una revolución tecnológica imparable, que ha hecho que el mundo del que me eduqué y aprendí se convirtió en un lujo. Me encanta la electrónica, pero la parte analógica supone emociones, un lujo, igual que la cocina de la abuela es lujo. Lo digital y la Inteligencia Artificial es low cost, es el gran estándar, lo tradicional es el auténtico lujo.
¿Qué queda de la “Irmandade das Estrelas”, que le dio tanto éxito nacional e internacional?
Irmandade fue grabado en un momento muy especial, porque es el resultado de todo el deseo de la injusticia que había en ese momento en años difíciles, porque empecé a tocar la gaita con ocho años. En los 80 no era como Dublín, donde U2 iban a tocar a un pub. Aquí la movida iba, por un lado, y los que estábamos con instrumentos tradicionales vivíamos encerrados en ese monasterio de la tradición, éramos como los alumnos de El nombre de la rosa, se reían de ti. Hasta que en los 90 pasó algo muy interesante, pasó que los medios de comunicación hablaban de cambios tecnológicos en los 2000, el fin del mundo, y la gente comenzó a conectar con cosas profundas y la naturaleza nace la New Age y por una rendija se coló la música celta, con Enya, etc, y coincidió que yo estaba con The Chieftains, como si fuera un irlandés más, me decían el spanish-irish…
Para un joven como era usted entonces, supongo que todo aquello sería mucho.
Lo que viví con ellos fue muy fuerte, estaban tan bien posicionados que tenían los teléfonos de Sting, Dylan, Jagger, The Who se sacaban fotos… y me dije, quiero lo mismo para nuestra música. Tras ese viaje de 1994, los periodistas decían, Carlos Núñez el Hendrix de la gaita, y de repente te hacían caso los periódicos nacionales y todo cambió. Empecé a hacer llamadas, llamé a Luz Casal, tenía 24 años, si se animaba a Negra Sombra, a Ry Cooder, me dijo que sí. El gran Ramón Trecet decía que la mejor voz de Europa es Dulce Pontes, la llamé y le propuse grabar una canción con letra de Castelao y salió “Lela”, y “Para Vigo me voy” con cubanos. Lo grabamos en Dublín, todo en acústico y a la vez, nada de multipistas.
Eso es como trabajar sin red.
Nadie podía fallar, tenían que ser grandes músicos. Pero por eso esas canciones son atemporales, las vamos a hacer en directo con esa filosofía.
¿El público que va a sus conciertos ahora, en 20025, se parece algo al de 1995?
Para mi sorpresa pregunto al público, quiénes estabais en ese concierto en Castrelos o en Madrid, tienes la ilusión que es siempre el mismo público, pero para tu sorpresa, por lo menos la mitad nunca había venido a un concierto antes, es muy interesante.
Algo que llama la atención es por qué no le vemos actuando en Castrelos, siendo usted vigués. Parece raro.
En 2004 fue la última vez, que lo grabamos y funcionó muy bien el DVD, la música de “Mar adentro”. Castrelos hay que hacerlo de forma muy especial, no puede ser un bolo de verano, entiendo que los que están de gira sí, pero yo no, no puede ser uno más, cuando llegue el momento nos gastaremos el último euro en invitados para que sea algo irrepetible. Es mi casa no es un concierto más.
¿Cuáles son sus proyectos musicales, está embarcado en nuevas ideas?
Ahora estoy muy conectado con arqueólogos y antropólogos. Puede sonar raro, pero por ejemplo, Oliver Laxe tiene arqueólogos viviendo en su casa en Os Ancares. Es un camino muy interesante porque cuando yo empezaba para lo músicos celtas la única certeza era la tradición, el resto era intuición. Ahora ese trabajo multidisciplinar hace que vayamos teniendo un conocimiento de otras maneras de vivir y hacer música y también de afrontar el cambio tecnológico. Me encanta cuando me cuentan que hay nuevas tecnologías, porque llegan, pero no matan a las anteriores. Podrá llegar la IA, como cuando los romanos impusieron la escritura, pero muchas de las cosas importantes de la vida se dicen oralmente, que es la tecnología anterior. Eso, trabajar con gente de amplio recorrido que ve la vida con perspectiva de adaptación de los humanos, te da muchas herramientas para ser libres y felices.
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