Blanco y negro, recuerdo y olvido
La artista malagueña Irene González inauguró ayer en el Marco su exposición “Si recordar fuera olvidar” con dibujos donde cada trazo está realizado con mimo, lentitud y con aires orientales y cinematográficos
Recuerdos en blanco y negro. Dos colores que dejan de ser la antítesis para convertirse en una parte del olvido y de la memoria. La artista Irene González presentó ayer en el museo Marco la exposición “Si recordar fuera olvidar”, comisionado por Patricia Verdial, donde muestra que cada trazo tiene su importancia. Inspirada en archivos fotográficos y con un leve toque oriental, González, pese a su juventud, enseña que el juego con los colores y las luces, como en un escenario teatral o en una grabación de cine, puede retrotraer la mente a tiempos pasados. El título fue rescatado de un poema de Emili Dickinson que versa sobre la memoria y estará hasta el 11 de enero.
La exposición está compuesta por una veintena de trabajos en seis partes diferencias. En una de ellas prima la precisión, con tres obras plegadas perfectamente sincronizadas, donde el papel no solo es soporte, sino que también interviene en el arte. Una especie de origami donde lo bello se esconde y se intuye. “El papel y la imagen se utiliza como espacios en blanco”, añadió la artista.
En una colección de 21 dibujos, ese protagonismo del papel hace mella. Y de las manos. No importa de quien sean, pero sí lo que hacen y el cómo. “Es una carta de amor al papel y la presencia de las manos es una obsesión”, confesó González. Una curiosidad se esconde en una sala limítrofe, con 16 dibujos a simple vista idénticos pero con una mínima variación, como si de una ráfaga fotográfica se tratase. Un agujero en la pared muestra a través de él la secuencia real, pudiendo comprobar que, efectivamente, el dibujo cobra vida con el paso de las imágenes. Esta obra fue iniciada por la artista en 2018, mientras realizaba una residencia en el Centro de Cultura Contemporáneo de Málaga. La primera y la última son idéntidas, evidenciando el retorno a lo inicial. Como un círculo. En la amplia entrada, a lo lejos, un cuadro se debate entre lo blanco y lo negro. Ahí no hay grises. “Me recuerda a una casa familiar, donde al fondo del pasillo se sitúa el cuadro”, señaló.
El director del Marco, Miguel Fernández, aseguró que ya llevaba tiempo siguiendo el trabajo de Irene González: “Siempre quise que viniese a Vigo, pero el proyecto se fue aplazando. Pero las cosas llegan en su momento y llegan mejor". Verdial, por su parte, agradeció la relación que mantiene con González y el apoyo mutuo que se prestan: “El arte no es un camino que se recorre en soledad. Necesita miradas que se producen, voces que se escuchen, manos que sostengan”. El concejal de Cultura, Gorka Gómez, valoró la juventud (nacida en el año 1988) y el todavía largo camino que le queda por recorrer a González, así como que el arte tiene que servir para “hacerse preguntas” y reflexionar sobre lo que se ve y se percibe.
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