La bisabuela de los niños fallecidos en el incendio de Vigo: "Si no se puede sacar nada, ya da igual"
Tragedia en As Travesas
Marina, la bisabuela de los niños fallecidos, regresó al inmueble donde también residía a buscar sus pertenencias
Sentada en uno de los bancos de la calle Alfonso X, Maricruz (aunque todo el mundo la conoce por Marina) regresó al lugar de los hechos a recoger sus enseres. Allí fallecieron sus tres bisnietos (Aldara, Sara y Ezequiel) y la madre de estos, Rosanna. “Si quiero llorar, ya no me sale. Ya no podemos hacer nada, ahora estamos pendientes de mi nieto (Poti), está gravísimo, no se despierta, se ve tan hinchado que su madre no lo reconoce. Está todo entubado”, se lamenta en declaraciones a Atlántico. Se relaja algo al hablar de su bisnieta Yunaira, que mejora en la unidad de quemados del hospital clínico de Coruña. “La niña se recuperó un poco. Se despertó, pero volvieron a dormirla para que no se quite el respirador. Tiene muchas heridas en las manos, los brazos y la espalda”.
Una mujer, Liliana, se acercó a la matriarca en la calle para interesarse por el estado de la pequeña. “Conocí a todos los hermanos en Aldeas Infantiles. Estuve haciendo unas prácticas y trabajé con ellos cuatro meses. Allí están todos destrozados. Eran unos niños muy cariñosos, siempre alegres”. Quedó impactada al conocer la tragedia. “Me sobrecogió porque un día con Sara hicimos un ejercicio en el que tenían que hablar de sentimientos, de alegría o de tristeza. Le pedí que me contase un momento especialmente emotivo y ella recordó el alivio y la felicidad que sintió cuando su familia resultó indemne del anterior incendio que sufrieron. Sara había salido la primera y estuvo esperando en la calle hasta que llegaron sus hermanos y sus padres. Era una niña muy familiar”.
Marina reside ahora con su hija Lucía en un piso en la calle Aragón. Ayer la acompañaron para bajar las pertenencias que se salvaron. “Si no se puede sacar nada, ya da igual”, dijo en contestación al comentario de su hija que le advirtió que todo estaba cubierto de una capa negra. Pudieron retirar algo de ropa. En unos días volverán por las televisiones y los electrodomésticos, siempre acompañados por agentes de la Policía Local, pues el inmueble está precintado judicialmente.
La científica aún continúa investigando las causas del incendio y no descartan que hubiese sido fortuito. Sin embargo, Marina está convencida que hay un culpable. “Esa mala raza lo vamos a coger. Tuvo una discusión con Rosanna el día anterior porque pretendía coger la casa. Él ya no vivía allí, estaba trabajando en Porriño y se marchó para allá. Aún así no quería que se metiera nadie en el piso, su intención era venderla a otros inquilinos”.
Pese a que era un edificio okupado, la mayoría de los afectados eran de una misma familia, hasta 20 miembros, entre ellos cinco niños, un recién nacido y una pequeña de cuatro años. Accedieron a las viviendas pagando por ellas, como fue el caso de la propia Marina. “A mí me la vendió uno, que también está en el hospital con quemaduras. Me cobró quinientos euros. Mis hijos y yo tuvimos que limpiar todo el piso. Nos llevó cinco semanas quitar toda la mierda, allí vivían con perros y todo”. Repartidos entre hoteles, albergues y casas de familiares hasta el lunes están a la espera de una solución.
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