El acusado del crimen de la calle Zamora en Vigo: "Salí de casa con idea de matarla, no era yo"
Pablo Posada, de 63 años, declaró ante el jurado que la mujer hacía mucho ruido “su casa parecía la Orquesta Panorama”
Un jurado mayoritariamente masculino (solo una mujer y otra de suplente) juzga desde este martes en la Audiencia en Vigo a Pablo Posada, el hombre de 63 años acusado de matar a puñaladas a su vecina, María Jesús, de 56, a la entrada de su vivienda en la calle Zamora, en octubre del año pasado. La Fiscalía solicita 18 años de cárcel por un asesinato con alevosía (ella no pudo defenderse) pero no incluye el ensañamiento. Sí lo hace la acusación particular, que eleva la petición a los 25 años. Entiende el abogado que el sufrimiento al que sometió a la víctima fue “inhumano” al recibir una primera puñalada por la espalda, otra en el abdomen donde clavó y movió el cuchillo de izquierda a derecha y que sería mortal y posteriormente otra en la mama con tal fuerza que el mango del cuchillo se rompió.
El acusado, cuya defensa pide la libre absolución y subsidiriamente la eximente de trastorno mental transitorio, admitió ayer que apuñaló a su vecina, pero afirmó que solo recuerda haberlo hecho una vez y negó la premeditación. Según su relato, el día de los hechos, se encontró con María Jesús en el portal. Ella había salido a tirar la basura en zapatillas de casa. “Yo entraba y al cruzarme con ella, me mandó a la mierda, entonces ya no era yo, perdí los papeles, yo estaba fuera de control, subí a casa y todo fue instantáneo”, dijo.
Negó insistentemente que hubiera discutido con ella, “para nada”, y que la estuviera esperando. La secuencia de los hechos fue a su juicio muy rápida. “Entré en mi piso, cogí un cuchillo de cocina, (12-13 centímetros) y salí de casa para matarla”, afirmó. En ese momento, la víctima estaba abriendo la puerta de su casa, “le di un toque en la espalda y cuando se estaba girando, se lo clavé en el costado y ella cayó hacia adentro. El cuchillo se le quedó clavado. Lo siguiente que recuerdo es regresar a mi vivienda y lavarme las manos, porque tenía una herida. Pensaba acudir al cuartel de la Guardia Civil, pero ya me encontré con la Policía Nacional y me detuvo”.
Según dijo, “allí no había nadie más y no avisé a una ambulancia porque cuando la dejé en el suelo no se movía, por eso le dije a la Policía que estaba muerta". Afirmó que vivía en ese apartamento desde febrero de 2017 y que desde que residía allí no había visto a la víctima hasta el mes de agosto anterior al crimen. “La vi que estaba intentando cerrar la llave de paso del agua y como no podía me ofrecí a ayudarla, después me pidió que se la abriera unos cuantos días y desde ese momento empezó mi pesadilla”, afirmó el acusado. Aseguró que la mujer “comenzó a hacer mucho ruido, con la loza, con las puertas, con todo, de hecho un día a las doce de la noche, su casa parecía la Orquesta Panorama, le dije varias veces que por favor parara”. Esa situación generó un conflicto entre ambos, “fui a la Policía para denunciar los ruidos, pero me derivaron al presidente de la comunidad, al que le envié dos notas, también se las dejé a ella, pero no conseguí nada y otros vecinos también se quejaban”.
Policías declaran que él confesó y estaba “tranquilo”
Cuatro agentes de Policía Nacional que comparecieron como testigos en el juicio coincidieron en señalar que, a su llegada al lugar del crimen, se encontraron con la puerta de la vivienda del acusado cerrada y fueron los vecinos quienes les informaron de que había pasado algo entre él y la víctima, que vivía en el mismo rellano.
La puerta de la vivienda de la mujer estaba arrimada y se veía una de sus zapatillas en el suelo, mientras que las llaves todavía estaban puestas en la cerradura. Cuando los agentes se dirigían al piso de ella, el acusado salió de su vivienda. Según uno de los policías, iba vestido con chaqueta y se disponía a cerrar su puerta "para irse". En ese momento, un agente le preguntó qué había ocurrido, pero el acusado guardó silencio; fue al repreguntarle cuando se expresó espontáneamente. "Dijo que estaba muerta, que la había matado, que se le había ido de las manos". Por otra parte, los policías también coincidieron en su declaración sobre la actitud del acusado cuando explicó los hechos. Así, apuntaron que estaba "tranquilo" y "orientado", "consciente de lo que había sucedido". De hecho, uno de los testigos matizó que le había sorprendido la "serenidad" del hombre, y que en ningún momento, mostró "arrepentimiento".
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