20 años de la catástrofe del ‘Prestige’: “Si vuelve a ocurrir hoy no estamos preparados”

Prestige 20 años

Marineros y voluntarios de Vigo, políticos y científicos echan la vista atrásal accidente del petrolero que desató el mayor desastre medioambiental de Galicia y sus consecuencias

Publicado: 06 nov 2022 - 01:10 Actualizado: 06 nov 2022 - 15:10

Julio Alonso, en Bouzas, luchó contra el chapapote del "Prestige" con su barco en 2002.
Julio Alonso, en Bouzas, luchó contra el chapapote del "Prestige" con su barco en 2002.

“¿Dónde están los medios? A nosotros no nos dan ni guantes, ni información”. Esta era la crítica desesperada de los marineros vigueses cuando, el 4 de diciembre, vieron como el fuel alcanzaba las playas de Cíes. Habían pasado dos semanas desde que el “Prestige”, un petrolero monocasco construido en Japón, operado por una compañía liberiana propiedad de una familia griega, con bandera de Bahamas y que transportaba una carga de 77.000 toneladas de fueloil, propiedad de un holding ruso, se accidentase frente a las costas gallegas, provocando más tarde la que sería la mayor catástrofe medioambiental registrada en estas tierras. Las palabras, pronunciadas en su día por el patrón mayor de Vigo, resume a la perfección la discoordinación y la rabia que marcó aquellos días, hace ahora 20 años.

Galicia ya había sufrido otras mareas negras anteriormente. Todo el mundo en Vigo recordaba al “Polycomander” (1970), cuyo ‘pichi’ aún seguía ensuciando las rocas muchos años más tarde; también al “Urquiola” (1976), el “Andros Patria” (1978) o el más reciente “Mar Egeo” (1992), pero nunca antes se había visto un desastre de estas características, que movilizó a toda la población, provocó una “marea blanca” de voluntarios llegados de toda España y de otros países, movilizó a miles de personas que se manifestaron bajo la bandera común de la ecología y originó una enorme ola de indignación, nunca vista hasta ese momento, por la gestión de la crisis, que hizo tambalear a la política española y gallega.

El “Prestige” dio la voz de alarma el 13 de noviembre en 2002. Había sufrido una vía de agua a 28 millas de Fisterra (unos 52 kilómetros), en medio de uno de los peores temporales que se recordaban y que, en tierra, ya había provocado la muerte de dos mujeres en A Coruña y otra persona en Santurce.

Ya las primeras noticias hablaban de “amenaza de marea negra”. Salvamento Marítimo logró entonces evacuar a sus 24 tripulantes, al tiempo que comenzó a remolcar al buque mar adentro con su capitán, Apostolos Mangouras -que después sería detenido por desobediencia-, y dos oficiales a bordo.

A partir de ahí, se sucedieron dos meses de informaciones que iban dando cuenta del estado del petrolero, el avance de las manchas o ‘galletas de fuel’ y la llegada a las playas del temido ‘chapapote’, en medio de la negación de las autoridades.

El alejamiento del buque, una decisión que a la larga se mostró errónea, siguió un recorrido errático. De aquella gestión se encargaron Mariano Rajoy, en aquella época, vicepresidente primero del Gobierno popular de José María Aznar, y el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, a quien se le atribuye la polémica orden de llevar el barco “al quinto pino”.

Al día siguiente, el 15 de noviembre, Atlántico titulaba en su portada: “El petrolero se aleja de Galicia pero deja dos grandes manchas de fuel”.

El 16 de noviembre los malos presagios se cumplían: la marea negra llegaba a la Costa da Morte. Las autoridades insistían en que no había peligro de que el buque se partiese. Los mariscadores ya hablaban de “ruina” para el sector y la pérdida de su medio de vida. “Muxía está de luto”, decían. Una frase que se trasladó a todos los periódicos.

El 18 de noviembre el buque se encontraba a 100 millas de la costa, a la altura, precisamente de Vigo, y la amenaza se cernía ahora sobre las Rías Baixas.

El 19 de noviembre se producía lo inevitable. Tras haber sido desviado primero hacia el norte y después cambiado el rumbo y alejado hacia el sur, ya muy tocado, el “Prestige” se partía en dos y se hundía a 145 millas de Cíes, con sus tanques llenos, después de varios días en los que se barajó llevarlo a un puerto refugio, trasvasar su carga en alta mar e, incluso, como llegó a declarar el ministro de Defensa, Federico Trillo, que aviones del Ejército lo bombardeasen desde el aire. Aunque se hablaba de que, a 3.600 metros de profundidad, las gélidas aguas del Atlántico podrían llegar a solidificar el fuel, Vigo ya se preparaba para lo peor, con un millar de embarcaciones dispuestas a hacer de barrera. Hasta ese momento, la marea negra afectaba a más de 300 kilómetros de costa en la zona de Fisterre, con Muxía como la famosa “zona cero” del “Prestige”.

El hundimiento del petrolero tuvo una enorme repercusión internacional, sobre todo en Portugal y Francia, que temían sus consecuencias, y el Reino Unido, de donde era la aseguradora del barco. Aun así, las autoridades insistían en minimizar los peligros. El 23 de noviembre, como recogía Atlántico, Rajoy veía “muy difícil” que el fuel llegase hasta aquí o a Portugal… Pero llegó.

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