El camarlengo, cabeza de la Iglesia en la “sede vacante”

El cardenal Kevin Joseph Farrelle se sitúa al frente del Vaticano tras el cese de todos los cargos

El cardenal Kevin Joseph Farrelle, camarlengo del Vaticano, durante una conferencia de prensa.
El cardenal Kevin Joseph Farrelle, camarlengo del Vaticano, durante una conferencia de prensa. | EP

El camarlengo de la Santa Iglesia Romana, el cardenal Kevin Joseph Farrell, tomó el mando del Vaticano ayer, tras el fallecimiento del papa Francisco. Sus funciones comenzaron por la tarde, a las 20:00 horas, con el rito de certificación de la muerte y la colocación del cuerpo del papa Francisco en el ataúd, según lo previsto por el Ordo Exsequiarum Romani Pontificis.

En el rito participaron el decano del Colegio Cardenalicio, los familiares del Pontífice, y el director y subdirector de la Dirección de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano. Después del mismo, Francisco fue depositado en el ataúd con una túnica blanca, según informó el portal oficial del Vaticano “Vatican News”.

El papa Francisco simplificó el pasado mes de noviembre el ritual de los funerales pontificios eliminando, entre otras, la tradición de los tres ataúdes, el catafalco, el báculo papal o los tratamientos más allá de obispo y papa.

Así se refleja en la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis. Entre las novedades se indica que la constatación de la muerte se realizará en su capilla privada, en lugar de en la habitación donde falleció e inmediatamente el cuerpo se depositará en el único ataúd de madera con el interior de zinc, antes de ser trasladado directamente a la basílica.

Según informó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, el traslado del cuerpo del Papa a la basílica de San Pedro para el homenaje de todos los fieles podría tener lugar mañana.

A la muerte del Pontífice, todos los jefes de los dicasterios de la Curia Romana, tanto el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, como los cardenales prefectos y los presidentes arzobispos, así como los miembros de los mismos dicasterios, cesaron en el ejercicio de sus cargos, excepto el camarlengo y el penitenciario mayor, que siguen ocupándose de los asuntos ordinarios, sometiendo al Colegio de los Cardenales todo lo que debiera ser referido al Pontífice.

Francisco eliminó la llamada “Cámara Apostólica” un colegio de eclesiásticos que asistía al cardenal camarlengo durante la gestión de la Sede Vacante.

En cuanto a las funciones del camarlengo, tal y como dicta la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis promulgada por Juan Pablo II, y actualizada según las modificaciones introducidas por Benedicto XVI, “apenas recibida la noticia de la muerte del Pontífice, el Camarlengo de la Santa Iglesia Romana debe comprobar oficialmente la muerte”.

Debe sellar el estudio y la habitación del papa tras la sepultura del Pontífice

El camarlengo debe -lo hizo ayer- sellar el estudio y la habitación del Pontífice, disponiendo que el personal que vive habitualmente en el apartamento privado pueda seguir en él hasta después de la sepultura del papa, momento en que todo el apartamento pontificio será sellado.

Entre otras funciones, también deberá tomar posesión del Palacio Apostólico Vaticano, y personalmente o por medio de un delegado suyo, de los Palacios de Letrán y de Castel Gandolfo, ejerciendo su custodia y gobierno; establecer todo lo que concierne a la sepultura del Pontífice; y cuidar, con el consentimiento del Colegio de los Cardenales, “todo lo que las circunstancias aconsejen para la defensa de los derechos de la Sede Apostólica y para una recta administración de la misma”.

Igualmente, es competencia del camarlengo, durante la sede vacante, cuidar y administrar los bienes y los derechos temporales de la Santa Sede, con la ayuda de los tres cardenales asistentes, “previo el voto del Colegio de los Cardenales, una vez para las cuestiones menos importantes, y cada vez para aquéllas más graves”.

Además, el documento precisa que durante la sede vacante, el Colegio de Cardenales administrará solo los asuntos ordinarios y urgentes, sin poder modificar leyes papales ni tomar decisiones reservadas al papa. “El Colegio de los Cardenales no tendrá ninguna potestad o jurisdicción”, dice la constitución apostólica.

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