Las cámaras domésticas, cada vez más vulnerables frente a los ciberataques

La seguridad en la red depende cada vez más de la proactividad de los usuarios, de conocer como funcionan determinadas herramientas de los smartphones y navegadores y de salvaguardar en lo posible la publicación de datos personales en las redes sociales seguridad. Prácticas como la protección de contraseñas, la actualización regular de los dispositivos y aplicaciones (con actualizaciones oficiales) y la educación en el uso responsable de la tecnología son la clave para una protección digital online efectiva.

Las contraseñas son el primer factor de la seguridad en línea. Deben ser credenciales renovables periódicamente, únicas (no repetirlas en varias webs) y difíciles de descifrar (utilizando mayúsculas, minúsculas, cifras y caracteres como exclamaciones o interrogaciones) y se filtren una sola vez, y que se “abran las puertas a muchos otros servicios”.

En los últimos años, se han popularizado dispositivos de criptografía en formato USB, que al conectarse generan y guardan contraseñas únicas, muy útiles cuando se utilizan archivos de gran interés personal, o para acceder a aplicaciones de cuentas bancarias.

La biometría es otro de los factores que, combinado con los anteriores, protegen de manera efectiva el acceso a smartphones y aplicaciones sensibles. Por ejemplo, los usuarios de dispositivos con sistema operativo iOS pueden emplear FaceID para acceder varias apps de carácter personal.

Entre los dispositivos que más riesgos de seguridad presentan están los llamados dispositivos inteligentes (cámaras doméstica, mirillas digitales), de los que el científico de datos y cofundador de OpenAI, Andrej Karpathy, comenta que son “ordenadores increíblemente inseguros conectados a internet, que recopilan toneladas de datos, son hackeados constantemente y la gente los instala voluntariamente en sus casas”.