Amante, el último eslabón de la cestería en Cabeiro
Este vecino de Redondela, que recopiló esta tradición en un libro, es hijo de un cesteiro y conocedor de la técnica
Algunos vecinos de Redondela todavía dicen la frase “Cabeiro, terra de cesteiros”. Sin embargo, esta tradición está prácticamente extinta en la parroquia en la actualidad y los pocos cesteiros que todavía siguen con vida están en residencias.
A pesar de esto, en Cabeiro todavía queda una persona que conserva parte de esta tradición. Se trata de Amante Romero, un hombre de 70 años que es hijo de uno de esos antiguos artesanos. Romero, que no se considera un cesteiro, recopiló su conocimiento sobre este patrimonio local en el libro “Cabeiro: Terra de Cesteiros”, publicado en 2014.
“Mi padre era cesteiro y cuando tenía entre 10 y 20 años me dio por aprender y hacer algo de cestería. Eran cestos pequeños para llevar pinzas y frutas. Nunca hice cestones grandes como los de mi padre”, comenta Amante, que añade que en todas las casas de Cabeiro había un cesteiro.
Además, asegura que esta arte era el alimento “de las casas grandes” de la parroquia, ya que algunas vendían sus creaciones en las ferias de Redondela y de Vigo, “algo muy complicado para transportar la mercancía hasta esos puntos porque no había coches y las carreteras eran tierra y barro”, asegura. “Las familias ‘más potentes’ hasta compraban la leña de castaño, la mejor para la cestería, en Ourense, porque aquí había pocos ejemplares y no tenían una madera de gran calidad”, narra el hombre.
Los materiales más empleados para la creación de estas piezas, además de la madera de castaño, eran la de roble, sauce y acacia. Con ellas se creaban varios tipos de piezas. Una de ellas era la “patela trainera”, que se empleaba “para medir las xoubas y los chinchos”. Otra era la “esporta”, usada en las plazas para llenarla de pescado. El “muñico”, o “monico”, era un tipo de cesto de mucho uso en el campo y en las minas de carbón por su similitud con los capachos. Después estaba la clásica cesta redonda, utilizada en el campo para llevar hierba, abono y espigas de maíz. El “tercio” era un cesto rectangular que tenía usos similares a la cesta, pero de mayor tamaño. Finalmente, estaban las “cestas con aro”, que se empleaban para pinzas o fruta.
Amante asegura que esta tradición llegó a su fin con la llegada de la industria a la zona de Redondela y Vigo, porque muchos se decantaron por esos trabajos y dejaron atrás la cestería, y con la introducción del plástico, ya que su elaboración y coste dejaban atrás los tiempos de los cesteiros.
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