Tambo, de isla prohibida a joya de la Ría

El enclave albergó un castro, fue cuna de un monasterio benedictino, saqueado por Francis Drake y propiedad de Defensa durante la mitad del siglo pasado, hasta que en 2022 Poio logró abrirlo a las visitas con una demanda creciente de turistas

La playa de Area da Illa, la más grande de Tambo, con una visita guiada el pasado domingo.
La playa de Area da Illa, la más grande de Tambo, con una visita guiada el pasado domingo. | I.L.

“Una arena finísima. Parece el Caribe”. Esa es alguna de las impresiones que para los visitantes tiene la Isla de Tambo, de 28 hectáreas y con forma casi piramidal. Situada en plena Ría de Pontevedra y, a pesar de tener una larga historia, puede visitarse desde el año 2022, tras una concesión durante 75 años al Concello de Poio para su explotación turística, medioambiental y cultural por parte del Ministerio de Defensa. Su hermetismo y situación hace que cada vez crezca más la demanda para conocerla.

El pasado fin de semana, las navieras registraron un lleno en la práctica totalidad de los viajes, un máximo de 100 turistas y medio centenar por guía. De hecho, desde Semana Santa, la isla de Tambo recibió 1.670 visitas y ya hay 370 reservas para el mes de agosto, según datos facilitados por el Concello. Juan es uno de los guías de la isla, narrador de su historia desde 2023, quien corrobora el interés que cada vez despierta. Así, entre un grupo de 86 personas, hay viajeros de todas las provincias gallegas, y también de Valencia, Cataluña, Mallorca y hasta Boston.

Las visitas comienzan desde el muelle siguiendo una ruta circular en la que se aprecian vestigios de la ermita de San Miguel, del siglo XVIII, levantada sobre un primitivo monasterio del año 1.100 por parte de los monjes benedictinos. Su destrucción se le atribuye al pirata Francis Drake que, leyenda o historia, llegó hasta este lugar de Pontevedra.

La ruta continúa por una parada en la espectacular playa de Area da Illa, la más grande y con una finísima arena blanca. En ella, existió una ostreira y también leyendas infinitas.

Plata de Area da Illa
Plata de Area da Illa | I.L.

La visita sigue la senda rodeada de eucaliptos (son el 80% de la superficie arbórea de la isla) e incluye las ruidas del antiguo lazareto, que compitió en el siglo XIX con el situado en la isla de San Simón, y sirvió de centro de recuperación para enfermos durante 14 años, con una infraestructura avanzada para la época. Porque Tambo fue propiedad de muchos, hasta del presidente del Gobierno, Eugenio Montero Ríos.

La Escuela Naval Militar, propietaria desde 1939 hasta 2002, es la que dejó su última huella, con un polvorín subterráneo que aún se conserva.

Restos de la ermita de San Miguel.
Restos de la ermita de San Miguel. | I.L.
Imagen de una cala con agua cristalina de la isla.
Imagen de una cala con agua cristalina de la isla. | I.L.
Ruinas del antiguo Lazareto.
Ruinas del antiguo Lazareto. | I.L.

Una piedra ritual

La última parte de la visita se reserva lo mejor: una piedra ritual, con formas geométricas imposibles que la erosión esculpió a lo largo de los siglos. Nadie la destruyó. El sendero conduce a una pequeña gruta y, finalmente, al faro Tenlo Chico, que ofrece unas vistas a la Ría de Pontevedra desde su propio corazón.

La visita termina, después de unas 3 horas, con la sensación unánime de que Tambo es un lugar que vale la pena ser protegido.

Faro de Tenlo Chico con su escalera exterior que vigila la Ría.
Faro de Tenlo Chico con su escalera exterior que vigila la Ría. | I.L.

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