Opinión

Diga 33

A pesar de que Sanidade ha vuelto a activar las consulta médicas presenciales, la Consellería asegura que la consulta telefónica sigue siendo la modalidad de preferencia de los gallegos y gallegas. Y lo afirma inmediatamente, sin tiempo para el análisis, sólo un día después de volver a la atención en persona, como justificando la atención telefónica impuesta unilateralmente durante tanto tiempo. 
Una suerte de “excusatio non petita, accusatio manifesta”. Un pretexto con el que no convence, que no nos creemos y que no sirve de exculpación a la sanidad gallega. 
Durante meses los pacientes, más pacientes e impacientes que nunca, tuvimos que sufrir la tortura de las citas telefónicas y telemáticas, o al menos de su intento, puesto que muchos fueron los asaltos pero pocos los elegidos por el azar para conseguir la ansiada aunque fría e ineficiente consulta a distancia. Nuestros mayores sufrieron especialmente las dificultades para superar la barrera tecnológica que el Sergas imponía para contactar con la atención primaria. Como mi madre, muchos mayores siguen golpeando los iconos de la pantalla táctil del teléfono como si de un ladrillo se tratara, o pasando las imágenes arrastrando con tanto ímpetu como quien empuja a un niño en un columpio. No es difícil imaginarse, porque lo hemos vivido en nuestras casas y en las de nuestros padres, madres, abuelos y abuelas, la frustración cada vez que se hacía imprescindible acudir al médico de cabecera.
Seguramente el Sergas tendrá en el cajón, a punto de hacerse público, un informe que diga que durante la atención a distancia, Galicia ha estado más sana que nunca, puesto que el número de consultas ha sido inferior a lo habitual. Y otro que, incompatible con el anterior o no, arroje un porcentaje desorbitado de atención telefónica. Los profesionales de la sanidad no han parado, aunque nosotros no les hayamos visto. La verdad es que el desánimo a la hora de enfrentarse a la petición de consulta, ya fuese electrónica o telefónicamente, se convirtió en una barrera que supuso en muchos casos la auto medicación y el firme propósito de acudir al médico sólo como último recurso, con la cabeza debajo del brazo a punto de estirar la pata y por vía de urgencias. 
En fin, aunque tarde, bienvenida sea la consulta presencial, el contacto humano y la posibilidad de poder decirle treinta y tres, o treinta y cuatro las veces que hemos intentado contactar con usted doctor. Aunque siga siendo tras una mascarilla que se nos antoja eterna. 

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