Opinión

Un café, once cuarenta

Éramos pocos y parió la pandemia. Y en la cresta de la quinta ola Comunidades Autónomas como Galicia y Canarias exigen certificados de vacunación para acceder al interior de bares o restaurantes, salvoconducto con el que no cuenta todavía la población más joven del país o que no ha sabido imprimir o descargarse mayoritariamente la más envejecida, habida cuenta de la complejidad que supone para muchos la utilización de medios electrónicos y los problemas técnicos que se producen en no pocos casos en la web de las Administraciones Públicas. 

La auto cita para jóvenes de entre 16 y 19 años y la vacunación para otros rangos de edad imberbe es insuficiente hasta el momento y discrimina a quienes precisamente más quieren salir a divertirse y beberse a sorbos, aunque sean pequeños, un verano muy deseado tras más de un año de restricciones y amarguras. Por si fuera poco, en Galicia el tiempo atmosférico anima en muchos casos a refugiarse en el interior de los locales de ocio, vetados a los chavales sin el carné Covid. Adolescentes y familias enteras con hijos sin inmunizar agolpados frente a las mesas llenas de las terrazas, esperando nerviosas a que alguien se levante tras la consumición para ocupar un espacio libre de pasaporte sanitario. 

Pero no todo está perdido, puesto que si careces de la ITV en vigor –entiéndase Inspección Técnica de Vacunación- puedes disfrutar del bar con un test de antígenos, una PCR negativa o justificando que has pasado el Coronavirus y que vives para contarlo y te mereces un gin tonic por campeón. Por eso y porque mi hija es mi sol, la niña de mis ojos y una dulce criatura no se quedó sin su café en el centro con sus amigas con mascarilla y gel hidroalcohólico. Me costó mis once con cuarenta euros, diez euros del test de antígenos y uno cuarenta del café, pero accedió triunfante al bar y disfrutó de un agradable y merecidísimo rato de conversación y risas con sus amigas tras un muy complicado año de carrera. Las terrazas, en general, estaban tomadas por hordas de apestados no inmunizados y egoístas vacunados. En este caso, las gaviotas eran lo de menos. 

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