Opinión

Privilegios y monopolios

Estos días he visto circular un papel escrito por alguien anónimo que se mostraba ciertamente contrariado con la situación actual de la banca, en general. Se quejaba del cierre masivo de entidades financieras, del recorte de los horarios de atención, de hacer interminables colas, de subir las comisiones, de eliminar las gestiones ordinarias en ventanilla,… Y apelando a la confianza depositada toda la vida en los bancos, exigía el merecido respeto.
Sin duda, esta persona tiene motivos objetivos para quejarse. Es posible que, incluso, reclame una mayor regulación para que estos comportamientos dejaran de producirse. Si así fuera, pobre iluso. Porque el problema deviene de un contexto totalmente contrario. Los bancos centrales son parte del Estado y actúan como monopolistas controlando artificialmente el interés del dinero. El libre mercado brilla por su ausencia. Los bancos centrales, es decir, la nación, responde del llamado coeficiente de caja. El banco solo está obligado a guardar el 1% de nuestros depósitos, de manera que si alguien ingresa 1.000 euros, el banco podría prestar 990 euros a otra persona que, seguramente, los utilizará para comprar algo a un tercero que, a su vez, ingresará los 990 euros obtenidos de los que el banco solo está obligado a mantener el 1%, con lo que puede volver a prestar 980… y así sucesivamente. Este sistema permite al sector bancario “crear dinero” de la nada. ¿Qué pasaría si la totalidad de depositantes reclamaran a la vez su dinero? ¿Quebraría el banco? Pues no, porque el Banco Central se lo prestaría. Es decir, el Estado asumiría el riesgo, o lo que es lo mismo, el riesgo empresarial sería trasladado a toda la nación. Es por esta razón, no la única, por la que la banca comercial goza de un enorme privilegio sobre el resto de los sectores y agentes económicos.
Por otra parte, se ha permitido una concentración del capital enormemente perjudicial. Mientras es prácticamente imposible crear un banco, hemos asistido a las gigantescas fusiones bancarias que han derivado en la existencia de solo un puñado de bancos. Si no hay competencia, las entidades no se pelearán por atraer a sus clientes y humanizar el trato que les dispensan. Les traerá sin cuidado que tengamos que hacer colas, nos limiten servicios y horarios, y nos frían a comisiones.
Solo un mercado liberalizado, en libre competencia, el establecimiento de un coeficiente de caja del 100% y patrones monetarios ajenos al Estado, permitiría evitar las quiebras bancarias y la consiguiente socialización de pérdidas, impediría una expansión artificial del crédito y la escalada de deuda que corroe los estados, ya que también financian su incontinencia de gasto a través de este  artificial sistema, para evitar el costoso peaje de subir impuestos.
Mientras tanto, a la cola.

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