Opinión

Inflación ¡¿Qué fue de tu vida?!

Desde 2012 apenas sabíamos de la vieja amiga “inflación”. Tras años de desaparición del mapa prioritario de preocupaciones, la expectación por la subida del precio de la cesta de la compra la ha hecho resurgir con fuerza en España.

Es cierto que los indicadores en EEUU de los últimos meses hacían prever que el fenómeno pudiera extenderse a toda Europa y a España en particular, pero los datos que vamos conociendo han de obligarnos a ser precavidos y ser cautos en las políticas.

La estimación de la inflación anual del IPC para agosto es del 3,3%, que representa el nivel de precios más elevado de los últimos nueve años. Aunque muchos pretendan quitar importancia a este fenómeno, queriendo interpretarlo como algo pasajero y coyuntural, derivado sustancialmente del estancamiento de la inflación en 2020 por el efecto de la pandemia, existe un riesgo cierto de que el proceso inflacionista termine enquistándose para acompañarnos más tiempo del que esperamos.

El encadenamiento de los records absolutos del precio de la electricidad tiene mucho que ver con en el incremento general de precios que, por cierto, no sufren solamente los hogares, sino también las empresas. El encarecimiento de los costes productivos de éstas últimas afectan de manera directa en sus expectativas de beneficios, circunstancia que originará (siempre ocurre así), que incrementen los precios a los que ofrecen los productos en el mercado. A su vez, los trabajadores, en previsión de escenarios inflacionistas futuros, intentarán negociar sus salarios al alza (siempre ocurre así), volviendo a incrementar el coste de los factores productivos de las empresa quienes, a su vez, los trasladarán al mercado… Y así sucesivamente, en lo que se entiende como “espiral de precios – salarios”, que puede llevar a que la inflación se enquiste en nuestras vidas. 
En el escenario descrito, Sánchez ha anunciado la subida “inmediata” del salario mínimo interprofesional, de nuevo, pasando ampliamente de las consecuencias que el aumento del coste laboral produce en la cuenta de resultados de las empresas y en el funcionamiento del mercado de trabajo. El presidente del Gobierno pone de nuevo un parche absurdo a la maltrecha economía de las familias más vulnerables para esconder el ridículo e inoperancia con la que ha transitado en la escalada de los precios de la electricidad.

Con esta medida no se arregla el problema estructural del mercado de trabajo español, que sí, es precario y tiene salarios bajos, pero que tiene su génesis en su falta de productividad. Quizá le sirva para ir componiendo la planificación de escenarios electorales próximos, o preparar la redacción de su próximo libro que yo titularía: “Formas imaginativas para agravar los problemas”.

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